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Mientras Francia saca pecho y se recrea en el autoritarismo exhibido a su paso por Alemania, Italia, agazapada en su cuartel general de Duisburgo, se afila las uñas y deja que pasen las horas sin descuidar ninguno de los movimientos de su enemigo. Lippi, que ha reconocido que está saboreando el plato más dulce de su carrera, no quiere malgastar la oportunidad de inscribir su nombre junto al de los grandes mitos del país transalpino y está preparando un minucioso plan de ataque para neutralizar eefecto Zidane y de paso, poner fin a veinticuatro interminables años de sequía, de fútbol sin sentido, de finales sin recompensa. El Mundial agoniza, aunque su función más emotiva está todavía por llegar. Si el miedo y el respeto no lo impiden, Alemania'06 bajará la persiana con un duelo que reúne todos los ingredientes para ser catalogado como uno de las grandes confrontaciones de la historia deportiva contemporánea.

Este Mundial reconvertido a Eurocopa ha ido perdiendo espectacularidad por el camino, pero ha suplido esa falta de vistosidad con una serie de factores que han elevado poco a poco su temperatura. El último y más significativo ha sido la configuración del cuadro de eliminatorias, que desembocará en uno de los clásicos con mejor cartel del Viejo Continente. Italia, que como Francia inauguró el Mundial en silencio y con unas pretensiones modestas, puede desmarcarse de sus viejos rivales con un título que le distinguiría momentaneamente como el mejor combinado europeo de todos los tiempos, ya que alcanzaría un volumen de títulos (cuatro) al que unicamente ha accedido a lo largo de los últimos 76 años.

Las ansias de liderazgo italianas son casi tan grandes como sus deseos de venganza. En su última aparición sobre un escenario de primera fila -la final de la Eurocopa'00- la azurra sufrió un correctivo a manos de Zidane, Thuram y compañía, y esas cosas no se olvidan facilmente. Unos han prometido vendetta; los otros, la gloria más absoluta para Zizou. Esto, afortunadamente, sigue calentándose.