El delantero sueco Henrik Larsson celebra el primer gol conseguido por el Barcelona en Son Moix la temporada pasada.Foto: MONSERRAT

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El próximo desafío del Real Mallorca tiene aspecto de misión imposible. Mientras los de Cúper caminan por el campeonato con precaución, pensando unicamente en hallar una salida definitiva a su crisis, el mejor Barcelona de los últimos tiempos afila sus armas y aspira a redondear en Son Moix una racha espectacular que le ha convertido en el equipo con más pegada de todo el fútbol europeo. Y es que si los de Frank Rijkaard derrotan mañana al Zaragoza en su compromiso de Copa y enlazan otra victoria en Son Moix el próximo domingo, habrán conectado ni más ni menos que veinte triunfos consecutivos. Para echarse a temblar.

La última vez que el cuadro catalán claudicó en Ciutat queda ya muy lejos, tal vez demasiado. Fue concretamente el 28 de octubre del año 2000 y el Barcelona, que curiosamente trabajaba aún bajo la dirección técnica de Llorenç Serra Ferrer, entregó las armas tras verse ampliamente superado por el Mallorca de Luis Aragonés (2-0). Samuel Etoo y Ariel Ibagaza cuentan con el honor de ser sus últimos verdugos y esa noche firmaron el acta de defunción barcelonista con dos tantos vitales.

El Mallorca se va dar de bruces con el Barça en pleno periodo de transición. Aunque su juego mejora por momentos y el equipo ha aprendido a reaccionar de forma digna frente a los imprevistos, su progresión sigue sin ser completa y refleja todavía varias lagunas importantes que van a condicionar su intento de asalto al conjunto azulgrana. Para empezar, el grupo balear aún no se siente del todo cómodo como local y lleva mucho tiempo sin imponer sus credenciales en casa, donde no gana desde el día 26 de octubre cuando liquidó al Celta de Vigo gracias a un tanto de Doni. Dos rachas de una dimensión muy diferente que se cruzarán el domingo en una cita que sobre el papel parece totalmente descompensada.

El Barcelona que ha construido Frank Rijkaard es un equipo con una capacidad de intimidación desproporcionada. Sobre todo, porque los culés activaron su compleja maquinaria con el inicio del curso y ahora, una vez alcanzado el ritmo por el que llevaban tanto tiempo luchando, resulta imparable para sus oponentes. Sus números son demoledores y su autoestima exhibe unos niveles desconocidos, ya que empezó a ganar el 22 de octubre con una lección al Osasuna (3-0) -cuatro días antes del último triunfo del Mallorca en casa-y desde entonces no ha cedido un sólo centímetro en ninguna de las batallas en las que anda metido.

A esta preocupación que generan las diferencias existentes entre ambos conjuntos hay que añadir además la soltura que ha ido adquiriendo el Barcelona en sus desplazamientos a la capital balear, que le han permitido acabar con más de una crisis en momentos puntuales. El Mallorca, al que historicamente se la habían dado bien los enfrentamientos ante el Barça como local, lleva varios años atascado frente al color azulgrana. Teniendo en cuenta que el fin de esa racha podría suponer también el punto de partida de una línea ascendente, la victoria resulta más apetecible que nunca para los insulares.