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El ciclismo español y mundial está en deuda con uno de los más grandes que el deporte del pedal jamás ha visto rodar en un velódromo o sobre el asfalto. Guillem Timoner Obrador (Felanitx, 1926) cuenta en su haber con más de 1500 victorias y más de sesenta años de actividad que no cesa. Los fines de semana y días festivos, todavía se le puede ver rodar por las carreteras de la Isla. «Con los amigos, aprovechamos para estirar las piernas y merendar», explica el hexacampeón mundial de pista, que en 1939 estrenó su palmarés y desde entonces no paró. Profesional de 1941 a 1970, esta condición le impidió disputar unos Juegos Olímpicos. Como veterano, dio lecciones hasta 1995, al igual que al frente de la selección española de pista (1971-78), de la misma manera que con la balear. El año 2005 está cargado de emotividad para el primer campeón del mundo que ha visto el ciclismo español y el pionero en la larga saga de mallorquines que han tocado el techo del planeta. Buena parte de su leyenda se forjó décadas atrás, pero Guillem sigue siendo una personalidad. Con 79 años y un espíritu deportivo envidiable, Timoner acumula en su modesto negocio y en su casa una cantidad de recuerdos que resumen una vida ejemplar, en la que el oro ha sido un metal habitual en su cuello y la bicicleta su inseparable compañera. «Sin la bicicleta me muero». Con esta frase resume Guillem su amor hacia la máquina de dos ruedas.

Y es que dentro de unos días se cumplirán sesenta años desde que lograra su primer título de campeón de España. Fue en Tortosa, en julio de 1945, tras su inseparable moto comercial, repitiendo junto a la mítica Stayer. Fueron veinticuatro en total en la práctica totalidad de disciplinas (velocidad, persecución, fondo en pista y americana, junto a su hermano Antoni). Un campeonato continental tras moto comercial y cinco medallas se unen a su historial. Pero este año posee un enorme simbolismo. Además del cincuenta aniversario de su hija, Margalida, se cumple medio siglo desde que el tres de septiembre de 1955 entrara en los anales al ser el primer ciclista español que vestía el maillot arco iris. Campeón del mundo tras moto Stayer en Milán, inició allí un reinado que se prolongó por espacio de una década. Amsterdam (1959), Leizpig (1960), Milán nuevamente (1962), París (1964) y San Sebastián, hace también cuarenta años, en 1965, rubrican un registro sólo al alcance de otro ilustre mallorquín. Los cinco títulos de Joan Llaneras son la única referencia válida, además de los tres de Oscar Freire en carretera. «Joan es un gran ciclista. Le conozco desde pequeño y soy muy amigo de su padre. Tiene mucho mérito lo que ha hecho y además pudo disputar los Juegos Olímpicos, y ganarlos. Yo no pude porque era profesional y sólo podían hacerlo los amateurs. Pero dos de sus cinco títulos son en compañía de Isaac Gálvez y Miquel Alzamora. Los míos, los he logrado yo sólo. Pese a todo, es inteligente, sabe aprovechar las carencias de los demás y los resultados son su mejor carta de presentación», apunta el ciclista de Felanitx, que recuerda como los momentos más difíciles de su carrera «las lesiones. Cuatro veces me rompí la clavícula y el brazo, pero tuve fuerzas para recuperarme y volver a ganar». El peor trago llegó en los Seis Días de Madrid de 1960, «pero el doctor Mora Esteva me ayudó a salir del paso».

Entre sus récords, destaca el promedio más elevado de velocidad en los Mundiales, al hacer los 100 kilómetros en un tiempo de 1:12.59, a una media de 82,6 kilómetros por hora, o los mejores registros de los diez kilómetros (92,307 kilómetros por hora), el kilómetro (38 segundos a 93,350 por hora) o la hora y los treinta minutos. La medalla de oro de la Real Orden al Mérito Deportivo es uno de los últimos y más brillantes reconocimientos que ha recibido, aunque medio siglo después de su primera gran gesta mira con nostalgia hacia el pasado. «Pero por entonces, nadie te ayudaba como ahora. El deporte, y el ciclismo en particular, han cambiado totalmente. Antes entrenabas pensando que podría irte mal y para ganarte la vida, y ahora tienen todo tipo de becas y ayudas para prepararte y competir. Más distinciones no me pueden dar, pero lo que he echado de menos son subvenciones. Tenía que correr muchas pruebas y sudar mucho para poder tirar adelante», recuerda Guillem.