El tenista mallorquín Rafael Nadal cae al suelo tras intentar llegar a un golpe de Gilles Muller, en un instante del partido de segunda ronda del torneo de Wimbledon.

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Es curioso lo que puede cambiar el tenis de una superficie a otra. Gilles Muller, un desconocido que salió de la central del Real Club Tenis Barcelona sonrojado -sólo pudo hacer dos juegos al mallorquín-, eliminó ayer a Rafael Nadal (6-4, 4-6, 6-3 y 6-4) en la segunda ronda de Wimbledon. El jugador luxemburgués se apoyó en su servicio y en sus golpes planos, y especialmente en la falta de partidos del balear sobre hierba, para despedir al nuevo fenómeno de la ATP del tercer Grand Slam de la temporada.

Pese a que el partido comenzó como más le gusta -ganó el sorteo, eligió restar y se colocó con tres bolas de break en el primer juego-, lo cierto es que Rafael Nadal no se sintió cómodo en ningún momento en la pista 1, la segunda en importancia de Wimbledon. Gilles Muller salvó las tres oportunidades del balear y advirtió que iba a ser muy difícil arrebatarle su saque.

Rafael Nadal esperaba su oportunidad en el resto y se exhibía con el servicio. Comenzó a sumar aces y puntos de saque (1-1) y trató de encaminar el encuentro hacia el intercambio desde el fondo de la pista. A priori en el peloteo el balear era superior. Significaba jugar con las armas que le han dado los siete títulos que suma en su carrera y que le dio la victoria en el primer encuentro en Wimbledon. Pero sobre hierba, la realidad fue diferente. El tenista que sólo pudo hacerle dos juegos en Barcelona dominaba el juego. Tenía la iniciativa, las oportunidades, en definitiva, guiaba el partido.