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La Liga baja el telón. Treinta y siete jornadas y nueve meses después, el torneo llega a la cumbre. Sólo quedan noventa minutos de campeonato, de tensión y nervios, de alegrías y tristezas. El Mallorca quiere dar el último paso, el definitivo. El grupo de Cúper llega a la cita ante el Betis de Serra Ferrer sin margen para el error y con la perentoria necesidad de conseguir un triunfo que certifique la permanencia por novena temporada consecutiva entre la realeza del fútbol español. Todo lo que no sea sumar, dejaría su futuro en manos de lo que suceda en el Villarreal-Levante (Son Moix, 21.00 horas).

El triunfo capturado en Riazor y el empate del Levante ante el Valencia le ha dado una nueva dimensión a la trayectoria balear. Es tan simple como pasar de depender del resto de rivales, a confiar la salvación a sus propias fuerzas. En eso, el Mallorca parte con ventaja, pero en nada más. Héctor Cúper sabe que la categoría está en juego, que el rival lucha por el goloso premio de la Liga de Campeones y por eso ha subrayado en las horas previas las palabras «humildad, trabajo y unión».

Sólo con esos valores, los mismos que le han ayudado a llegar con 14 de los últimos 18 puntos en sus alforjas y con seis jornadas sin perder, es posible seguir una temporada más en Primera. Pero los de Cúper no se han manejado bien este año bajo presión y por eso el vestuario ha incidido en la importancia que tendrá la grada, que agotó las localidades el jueves y que llenará las 23.142 entradas. Será una noche de emociones, de transistores y de calculadoras. A noventa minutos de la permanencia, pero con la amenaza perenne del descenso, el Mallorca juega uno de los partidos más importantes de su historia reciente