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Llegó como un fichaje exótico. Rodeado por un séquito mediático sin precedentes, Yoshito Okubo (Fukuoka, 1982) ha necesitado cinco meses y la confianza de Cúper para explotar todo su talento. Superado el periodo de adaptación, Okubo se doctoró en Riazor. Retrató a Romero en la jugada del primer gol y volvió a reírse del jerezano en la acción del segundo, que remachó Arango. Para rematar su mejor faena, Okubo puso la guinda a su extraordinaria actuación con el 0-3. El japonés afronta el sprint final en su momento más notable del curso. Después de estar unos meses en el ostracismo, con apariciones esporádicas en los minutos de la basura, Okubo vio la luz en El Sadar. Apenas salió dos minutos, lo suficiente como para irse por velocidad de la zaga navarra y picar por encima de Sanzol. El balón viajó con destino al gol...pero la pierna de David López lo evitó. Siete días más tarde, Cúper le dio los trastos desde el primer minuto. Y Okubo respondió sobre el césped. Forzó el penalti del primer gol al Athletic y marcó un tanto. Y el pasado domingo, se destapó como un delantero temible, un tipo descarado ante el rival, que desquició a la defensa coruñesa por sus desmarques y quiebros.

El primer japonés en la historia del Mallorca aterrizó en la Isla en diciembre. Cedido hasta final de temporada por el Cerezo Osaka, Okubo llegó dispuesto a voltear la tradición y a convertirse en el primer futbolista asiático en acaparar protagonismo en la Liga española por su fútbol y no por la cantidad de periodistas que le siguen. Su irrupción fue espectacular. El 9 de enero, precisamente ante el Deportivo, Okubo alzó la voz en Son Moix. Dio un gol y marcó otro. Y todo ello a pesar de jugar prácticamente todo el partido con un enorme agujero por encima de su rodilla derecha después de recibir una brutal entrada de César.

Esa lesión le apartó de repente del escaparate, aunque se recuperó antes de lo previsto para cumplir su sueño y debutar en el Bernabéu. Después, al inicio de la segunda vuelta, Cúper le dio tres partidos consecutivos como titular, tres choques ante Getafe, Málaga y Albacete en los que apenas mostró destellos. Cúper lanzó un primer aviso: «No es el mismo Okubo que cuando llegó», soltó el técnico ante la sorpresa general. La barrera idiomática -su traductor Moisés no se separaba de él ni en los entrenamientos- y la ausencia de su esposa, que se encontraba en Japón, eran obstáculos insalvables.