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Carlos Román
La historia de Billy define a la perfección la pasión que se deriva del fútbol en todos los rincones del planeta. Sólo recurriendo a eso se puede entender que un aficionado británico, con residencia en Inglaterra, se desplace a la Isla cada vez que el Mallorca juega en el estadio de Son Moix con el único fin de animar al equipo bermellón desde las gradas. Este ciudadano de Sheffield lleva ya varios años haciéndolo y el pasado fin de semana presenció su encuentro número 50 de forma consecutiva, a los que hay que sumar además todos aquellos a los que acudido lejos de Palma.

Billy empieza a ser un personaje popular entre algunos sectores del mallorquinismo porque su apego al club rojillo supera con creces al de muchos habitantes isleños. Su historia empezó a escribirse hace ya muchos años, cuando viajó por primera vez a Mallorca para trabajar como profesor de tenis. Bill, que en esa época apenas había superado la mayoría de edad, inició entonces un relación muy especial con la Isla. Su estancia le marcó profundamente y aunque volvió a instalarse en el Reino Unido, ya nunca perdió de vista a la capital balear ni a su principal entidad deportiva.

Billy estaba muy atento a la trayectoria del Real Mallorca desde la distancia, pero en noviembre del año 2002 decidió recuperar sus vínculos con el archipiélago y se integró en la masa social rojilla de manera sorprendente. Viajó desde su ciudad natal para ver un partido ante el Villarreal -en la undécima jornada de la temporada 2002-03- y a la semana siguiente ya había convertido su desplazamiento en tradición, porque desde ese momento no se ha perdido ninguno de los partidos de liga que el conjunto rojillo ha disputado en casa. Entre tanta ida y venida su rostro ya se ha hecho habitual entre las azafatas que normalmente cubren los vuelos que le trasladan a Palma o entre el personal del Hotel Antillas de Magaluf, que se ha convertido en su centro de operaciones cada vez que pisa Mallorca. Además, es uno de los integrantes más especiales de la Penya Mallorquinista de Son Flo, en la que la presencia de seguidores británicos es bastante notable.