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La cita del viernes en el Palau ha adquirido un valor especial para uno de los jugadores más carismáticos del Drac Inca. No será una situación nueva, pero Sergio Rodríguez vivirá una noche plagada de sentimientos que brotarán sobre el parqué. El escolta madrileño volverá a verse las caras con un equipo que le ha marcado y en su momento le ofreció la oportunidad de conocer las competiciones nacionales. En Guadalajara se formó y dio el salto a la LEB gracias al club de es Raiguer. Pero las cosas del destino han querido que Sergio también vuelva a topar con su hermano, Marino. El reencuentro de los Rodríguez será otro de los puntos de atracción, aunque por sus posiciones, pocas veces deberán medirse cara a cara.

Pero no todo son coincidencias en las vidas de Sergio y Marino. Este último tuvo que dejar de lado el baloncesto profesional para dedicarse a su actual ocupación, ligada al mundo inmobiliario. Pero la llamada del Guadalajara resultó ser una tentación demasiado atractiva. Actualmente compagina el baloncesto con su trabajo y, aunque no acaba de tener minutos en el equipo castellano, resulta una pieza indispensable en los planes de Aurelio Zapata. Su cometido a principio de temporada era complementar a Eduardo Ruiz, una joya de la cantera estudiantil que aterrizó en Guadalajara con la intención de conocer el baloncesto de élite.

Y es que Marino es un pívot de 203 centímetros, con una capacidad de sacrificio fuera de lo común. «Es un ganador nato, le encanta entrenar duro y es muy serio en su trabajo. Como reboteador es contundente, pero lo que más llama la atención de él es su capacidad para hacer vestuario», explica Sergio, quien se deshace en elogios hacia su hermano mayor, de quien le separan dos años y once centímetros.

Con Marino, Sergio empezó su formación como jugador. De hecho, el jugador del Inca confiesa que «le imitaba en todo lo que hacía, como todos los chicos de mi edad con sus hermanos mayores. Gracias a él aprendí mis primeros fundamentos y en parte le debo parte de lo que soy».

Sus trayectorias deportivas discurren de manera paralela. Ambos han militado en Maristas, Guadalajara y Archena, aunque las veces que han cruzado sus destinos a nivel sénior lo han hecho vistiendo distintas camisetas. «Si no me falla la memoria, nos hemos enfrentado en cuatro ocasiones, cuando yo militaba en Guadalajara y él en Plasencia y Archena, en LEB-2 y EBA», añade el pequeño de la saga, que ansía el momento de volver a abrazar a su hermano y «primer entrenador».

No en vano, Marino aprovechará la visita del Guadalajara para pasar el fin de semana junto a Sergio, «y de paso conocer un poco la Isla».

Los cuarenta minutos de juego se plantean como un momento de enorme tensión en todo momento. Y Sergio sabe que los partidos son algo que Marino se toma con una enorme profesionalidad. «Se olvida de que somos hermanos. Es normal, pues cada uno defiende sus intereses y los de su equipo. Pero cuando el partido acaba, todo vuelve a la normalidad, es simplemente una rivalidad profesional y deportiva que no va más allá de la pista, aunque a mí me gustaría que la victoria se quedase en Inca este fin de semana», comenta Sergio.

Pero el fichaje del brasileño Caio Da Silveira le ha restado protagonismo. De hecho, el pasado fin de semana no dispuso de minutos. Pese a ello, la vinculación inicial de Marino con el Guadalajara, que estaba fijada por espacio de tres meses, se ha ampliado hasta el final de la presente temporada. «Es algo que se merecía, y todo un detalle por parte del club, que sabe que siempre que quiera puede contar con él», apunta Sergio, quien avisa de la peligrosidad de un Guadalajara «que empezó más o menos bien, pero que le ha ido cogiendo el tono a la competición».

El papel de Sergio en el Drac Inca y su implicación con el proyecto le han convertido en el clásico hombre de club. Más o menos el papel que su hermano desarrolla en el Guadalajara, donde los Rodríguez han dejado huella.

Sergio y Marino son protagonistas de un hecho poco usual en el baloncesto español, aunque coincidir no es algo nuevo para ellos. Los hermanos Jiménez Martín (Pozuelo y Aguas de Valencia) protagonizan un hecho similar en la LEB-2, pese a que para el Inca supone una nueva fita.