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Partido Mallorca-Athletic, estadio de Son Moix, domingo 23 de febrero. En el descanso Manzano deja a Niño en la caseta y da entrada a Miquel Soler. No es un cambio más a anotar en el bloc de notas del partido, es una sustitución que merece una cerrada ovación. El «Nanu» se apremiaba a disputar su partido 500 en Primera División. Son 20 años en la máxima categoría del fútbol español y la siempre agradecida grada de Son Moix le obsequió ayer con un más que merecido aplauso.

A Miquel Soler nada le sorprende en el fútbol. Ni las crisis, ni la euforia, ni los errores arbitrales, ni las polémicas en la prensa, nada, pero no por ello mira con indiferencia todo lo que sucede alrededor del fútbol, y más concretamente, en el entorno del Mallorca. Desde que llegó al club balear se implicó al máximo en el equipo, en el vestuario y ha sido siempre un futbolista que nunca ha dado la espalda a los problemas cotidianos que van surgiendo en el devenir de una temporada. Siete equipos han disfrutado de su fútbol, de su disciplina y de su profesionalidad y aquí en el Mallorca ha vivido una segunda juventud. Su cuerpo ha sido su herramienta de trabajo y lo ha cuidado al máximo durante toda su vida. Sólo así se entiende que un hombre con 38 años pueda seguir en la élite del fútbol y no le pierda la cara a una Liga de las exigencias de la española. En su DNI figuran dos profesiones, la de futbolista y empresario. En su día abrió un negocio de lencería femenina en Madrid y aquí en la Isla comparte la responsabilidad de una de las discotecas de moda en Palma, Zarabanda.Soler no pierde el tiempo y si en su día marcó la diferencia metiéndose a empresario estando en activo, lo hizo también al ser un jugador al que siempre se le pudo ver leyendo libros en los viajes y concentraciones. Ahora Soler entra en el privilegiado «club de los quinientos», un privilegio sólo reservado a los más grandes del planeta fútbol. Y lo ha hecho con toda la humildad del mundo. Ayer la Liga española miró al estadio de Son Moix y se rindió ante el «Nanu».