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Miguel Vidal
Ricardo Zamora De Grassa había nacido en Madrid, la ciudad donde ayer falleció a los setenta años de edad víctima de un cáncer de pulmón. Mallorca y Valencia, que curiosamente se enfrentan hoy en Mestalla, llevarán luto por un mismo excepcional guardameta que defendió ambos equipos en la élite.

Ricardo Zamora llevaba el mismo nombre que su mítico padre, considerado como el mejor portero español de todos los tiempos, lo que siempre le condicionó en su carrera de guardameta. Dotado de un físico impresionante, hasta el punto de que incluso haría sus pinitos como actor de cine en la película «Las chicas de la Cruz Roja», Ricardo Zamora hijo llegó al Mallorca en julio de 1959 y fue pieza básica en el ascenso histórico a Primera División la temporada 1959-60, con Juan Carlos Lorenzo en el banquillo y Jaime Rosselló en la presidencia. Precisamente sería Jaime Rosselló quien fichó a Ricardo Zamora.

Pero antes de venir al Mallorca había intentado abrirse camino en el Málaga, Salamanca, Atlético de Madrid, Espanyol y Sabadell, aunque sería en el Lluís Sitjar donde se destaparía como un gran portero. Alto, fuerte, seguro bajo los palos y tremendamente efectivo en las salidas, Ricardo Zamora transmitía seguridad a sus compañeros de equipo. En el Mallorca llegó a formar un cuarteto defensivo de muchos quilates con Arqué, Bolao y Guillamón por delante. Precisamente en el primer partido de Primera División jugado por el Mallorca en el Lluís Sitjar frente al Racing de Santander, el 18 de setiembre de 1960, el conjunto bermellón formó con Zamora, en la puerta; Arqué, Bolao y Guillamón, en defensa; Flotats, Boixet, en la media, y Haro, Mir, Hollaus, Forteza y Loren, en ataque. Ganó el Mallorca por 2-1.

Ricardo Zamora fue titular indiscutible en el Mallorca las tres temporadas que perteneció al equipo, y uno de los personajes más populares que se paseaban por una Palma por entonces con apenas ciento cincuenta mil habitantes, una Palma menos agobiada que la actual, y en la que Zamora se codeaba con la alta sociedad. Tan buen portero era Ricardo Zamora hijo que Martín Mora, que había renunciado a ir al Barcelona, tuvo que vivir casi siempre a su sombra. Pero tan buenos amigos se hicieron ambos que hoy Martín Mora es de los que más amargamente lloran su muerte.