Álvaro Novo lamenta un error; en segundo plano, Roberto Carlos. Foto: TOMÁS MONSERRAT

TW
0

1 MALLORCA: Leo Franco; Campano, Poli, Nadal, Marcos; Novo, Harold Lozano (Soler,min.84), Ibagaza, Riera (Robles,min.73); Etoo (Tuli,min.79) y Pandiani.

5 REAL MADRID: Casillas; Salgado, Pavón, Helguera, R. Carlos; Flavio, Makelele, Zidane (Solari.min.71), Figo; Raúl (Morientes,min.84) y Ronaldo (Guti,min.79).

GOLES.
0-1, min. 6: Ronaldo.
1-1, min. 17: Etoo.
1-2, min. 46: Ronaldo.
1-3, min. 62: Raúl.
1-4, min. 65: Raúl.
ARBITRO: López Nieto (C. Andaluz). Amonestó a Etoo (min. 15), Lozano (min.51), Roja directa a Pandiani (min.78) por parte del Mallorca y a Makelele (min. 46) por parte del Real Madrid.

Xisco Cruz
Florentino Pérez ha realizado uno de los mayores dispendios que se recuerdan en un club de fútbol para darle al madridismo tardes como la de ayer. Que si un arranque de Figo, que si una diagonal de Zidane, que si un apoyo de Raúl, que si un quiebro imposible de Ronaldo. El Madrid, esa fábrica de sueños, esa multinacional del balompié, despeñó al Mallorca con una demostración de pegada extraordinaria, alargada en un segundo tiempo eléctrico y muy plástico en el que los de Del Bosque pasaron el rodillo. Fue un encontronazo duro para los baleares, acomodados hasta entonces en el éxito. Lo fue porque la ilusión se había disparado, porque el empate llegó pronto y porque hubo momentos en los que el Madrid parecía vulnerable. Las manos de Casillas y la bicicleta de Ronaldo detuvieron al conjunto de Manzano, que encajó las bofetadas de Raúl y acabó entregándose (1-5).

Tal vez la mejor versión de Ronaldo esté por llegar, pero lo de ayer fue una advertencia. El delantero brasileño, gordo o no, tiene un talento innato para este deporte. Es capaz de correr la mitad que el resto, de esforzarse lo justo, de sestear durante muchos minutos del partido, pero en cuanto lanza un desmarque el planeta deja de rotar. Lo hizo a los seis minutos, coloreando un dibujo de Raúl, ganándole la acción a Marcos, fulminando a Leo Franco. Nadie define como él, nadie genera tan bien los espacios. Marcó cuando el encuentro apenas había nacido, como si no atendiera a momentos, ni a circunstancias. Obligó al Mallorca a remar, a trabajarse otra remontada. Todo el dispositivo que Manzano había diseñado para encarar la visita del equipo blanco se hizo añicos. El técnico de Bailén trataba de ahogar la circulación del balón del Madrid, que sufría cuando el dueño del cuero era Flavio. Pero con un gol en el zurrón el campeón de Europa se manejó por el choque sin agobios; ni siquiera precisó de la intervención de Zidane, errático y perdido. La renta era evidente y los blancos se conformaban con intentar madurar el encuentro. Con todo, el Mallorca encontró una vía de acceso a Casillas por la banda derecha. Novo y Campano se atrevieron a mirar a los ojos de Roberto Carlos y aparecieron en el área siempre en superioridad durante el primer cuarto de hora. El cordobés apuntó al cuerpo del portero madrileño tras un servicio de Etoo en un primer intento por zarandear el orgullo madridista; poco después, Riera se acercó al gol desde la esquina. Los rojillos llamaban a la puerta.

Huérfanos del talento de Ibagaza, el grupo de Ciutat hurgó en la pizarra. Así, un golpe franco desde la izquierda acabó en las botas de Poli, el andaluz envió al área, Lozano le ganó la acción a Helguera y Etoo fusiló el empate (minuto 17). La grada echó la vista a Riazor y encontró el alimento para seguir soñando en una combinación entre Pandiani y Etoo que abortó Helguera cuando el camerunés se disponía a reventar el partido. Del Bosque notó que había una fuga en su equipo y le mandó un metro más arriba. Figo empezó a tener presencia en la derecha, y en apenas diez minutos movió a sus socios en el ataque. Primero le puso un centro medido a Raúl que el ariete remató fuera y luego combinó con Ronaldo y lanzó con la izquierda. Leo Franco escupió el balón al córner. El primer tiempo moría con la sensación de que había sido extraordinario, un partido de ida y vuelta.

Un minuto le bastó a Ronaldo para sacudirle al Mallorca. Fue en el inicio del segundo tiempo, cuando recogió una pelota sin dueño tras una mala entrega de Campano y se fue hacia Marcos. Le encaró, le desencajó y remató con la izquierda lejos de la vista del portero mallorquinista. El brasileño rompía nuevamente el partido y dejaba en cueros a la zaga bermellona, acondicionada para la ocasión por las lesiones de Cortés y Olaizola y maltratada por el descaro del brasileño. Lejos de bajar los brazos, el Mallorca se suicidó en busca del empate; Pandiani tuvo una opción en un escorzo que repelió Casillas y poco más tarde Lozano se atrevió con otro cabezazo que el portero envió a la esquina en una intervención notable (minuto 55). Allí murió el equipo de Manzano, porque Ronaldo volvió a escena -marró un remate a puerta vacía tras sortear a Leo Franco- y porque Raúl reclamó su cuota de participación. El delantero blanco certificó la mejoría del Madrid empujando un disparo de Roberto Carlos (minuto 62) y luego rescató un balón mordido tras un saque de esquina para bajar la persiana del partido (minuto 64).

El conjunto de Vicente del Bosque convirtió entonces la cita en un rondo y el Mallorca se desquició. Pandiani perdió los nervios, le soltó una patada a Figo y acabó en la ducha; mientras, Guti aprovechó la superioridad numérica para hacer más grande la herida tras una combinación magistral (minuto 91).

El Madrid iba sentando a sus estrellas y el equipo rojillo empezaba a pensar en Anoeta, plaza en la que visita al líder con las enormes limitaciones en su primera línea y con la baja de Pandiani. El Mallorca retrocede, pero sigue entre la nobleza de la Liga.

Cuando Toni Lluís Adrover «Tuni» apareció en el juvenil del Mallorca, procedente del Sóller, nunca podía imaginar que su estreno en la Primera División -si algún día llegaba- se iba a producir ante el Madrid, el mejor Madrid que se recuerda. Las bajas por lesión obligaron a Gregorio Manzano a tirar del filial y el jugador del valle tuvo su momento de gloria. Fue en el minuto 78, justo cuando Pandiani fue expulsado; el mallorquín entró en el campo y dispuso de 12 minutos para convivir con las estrellas blancas. Lanzó un par de quiebros y azuzó a la grada, por entonces entregada al Madrid.