«Este encuentro futbolístico ayudará a superar las diferencias
raciales culturales ideológicas y religiosas y unirá a la población
de este mundo en un solo pueblo», dijo el dirigente coreano
momentos antes de que parte del público silbara al presidente de la
FIFA, Joseph Blatter, en su alocución. «Corea y Japón son países
amigos y socios eternos que comparten historia y han contribuido al
fútbol. Su cooperación asegurará que este Mundial sea el más
espléndido y perfecto evento en la historia», puntuó Blatter, tras
verse obligado a pedir «juego limpio» al público para que se le
pudiera escuchar.
Después del deseo del primer ministro japonés, Junichiro
Koizumi, de que todo el planeta «comparta la emoción del fútbol y
se superen las diferencias», los co-presidentes Comité Organizador,
Chung Mong-Joon y Lee Yun-Taek, cumplieron el último trámite del
protocolo previo a la fiesta que se empezó a vivir horas antes,
dentro y fuera del estadio. «Esta ceremonia puede ser un punto
decisivo para recuperar la paz y la estabilidad del mundo, después
de salir de las sombras de los atentados terroristas y las
guerras», dijo el primero, antes de que su compañero invitara a los
visitantes a conocer Corea, su tradición y sus costumbres en «un
encuentro muy especial».
La declaración de inauguración del Mundial desató el festival en
el estadio de Seúl, donde la solemnidad de los tradicionales trajes
orientales de la fase de «Bienvenida» dio el relevo a «la
Comunicación», para simbolizar que es posible el entendimiento
entre los pueblos pese a las barreras del lenguaje. Con el lema
«Desde Oriente», las piezas musicales de bienvenida tradicionales
de Corea y el sonido rítmico de los tambores invadieron el terreno
de juego, pintado de innumerables colores usados para representar
el idioma y las costumbres de los 32 países finalistas y todos los
del mundo. La bajada de largas piezas de tela blanca desde las
gradas del estadio disipó el espectacular colorido para dibujar con
blanco, como único tono, la «Armonía» posible entre todas las
razas, iluminada por la luz de las gradas, donde el público
colaboró al encender las múltiples linternas repartidas.
La caída de «Las frutas para repartir», objetos parecidos a
balones de fútbol desde la parte superior del campo, y la
invitación a los presentes a participar activamente en la fiesta
reavivó el ritmo en la escenificación, en la que no faltaron los
vídeos de UNICEF de la campaña «Di sí a la infancia». Precisamente
la voz de los niños con un nuevo mensaje de paz para el mundo
sirvió para iniciar la fase final de la inauguración del primer
mundial de Asia y del siglo XXI, que estuvo coronada con la
sintonía oficial del campeonato elaborada por Vangelis.
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