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Efe - SEÚL
Corea del Sur y Japón se unieron ante el mundo con un mensaje integrador de paz y armonía en la ceremonia de inauguración del Mundial 2002 al más puro estilo oriental, marcada por un gran ritmo, en la que la música, la danza y los fuegos artificiales inundaron y convirtieron en una fiesta el estadio de la Copa del Mundo de Seúl. Tras la entrada al campo de las banderas de los 32 equipos finalistas y después de escuchar el himno de los dos países anfitriones del primer mundial del siglo XXI, el presidente de la República de Corea, Kim Dae-Jung, lanzó el primer mensaje de bienvenida a Oriente.

«Este encuentro futbolístico ayudará a superar las diferencias raciales culturales ideológicas y religiosas y unirá a la población de este mundo en un solo pueblo», dijo el dirigente coreano momentos antes de que parte del público silbara al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, en su alocución. «Corea y Japón son países amigos y socios eternos que comparten historia y han contribuido al fútbol. Su cooperación asegurará que este Mundial sea el más espléndido y perfecto evento en la historia», puntuó Blatter, tras verse obligado a pedir «juego limpio» al público para que se le pudiera escuchar.

Después del deseo del primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, de que todo el planeta «comparta la emoción del fútbol y se superen las diferencias», los co-presidentes Comité Organizador, Chung Mong-Joon y Lee Yun-Taek, cumplieron el último trámite del protocolo previo a la fiesta que se empezó a vivir horas antes, dentro y fuera del estadio. «Esta ceremonia puede ser un punto decisivo para recuperar la paz y la estabilidad del mundo, después de salir de las sombras de los atentados terroristas y las guerras», dijo el primero, antes de que su compañero invitara a los visitantes a conocer Corea, su tradición y sus costumbres en «un encuentro muy especial».

La declaración de inauguración del Mundial desató el festival en el estadio de Seúl, donde la solemnidad de los tradicionales trajes orientales de la fase de «Bienvenida» dio el relevo a «la Comunicación», para simbolizar que es posible el entendimiento entre los pueblos pese a las barreras del lenguaje. Con el lema «Desde Oriente», las piezas musicales de bienvenida tradicionales de Corea y el sonido rítmico de los tambores invadieron el terreno de juego, pintado de innumerables colores usados para representar el idioma y las costumbres de los 32 países finalistas y todos los del mundo. La bajada de largas piezas de tela blanca desde las gradas del estadio disipó el espectacular colorido para dibujar con blanco, como único tono, la «Armonía» posible entre todas las razas, iluminada por la luz de las gradas, donde el público colaboró al encender las múltiples linternas repartidas.

La caída de «Las frutas para repartir», objetos parecidos a balones de fútbol desde la parte superior del campo, y la invitación a los presentes a participar activamente en la fiesta reavivó el ritmo en la escenificación, en la que no faltaron los vídeos de UNICEF de la campaña «Di sí a la infancia». Precisamente la voz de los niños con un nuevo mensaje de paz para el mundo sirvió para iniciar la fase final de la inauguración del primer mundial de Asia y del siglo XXI, que estuvo coronada con la sintonía oficial del campeonato elaborada por Vangelis.