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Extremadamente difícil olvidar cuando el Real Mallorca pisó por primera vez la corte del fútbol. Fue un 11 de septiembre y ese día se tambaleó el país más poderoso del mundo. De hecho, casi al mismo tiempo que Son Moix festejaba el tanto de Engonga estallaba la presunta III Guerra Mundial. Jugar a fútbol el 11-S suponía una infamia casi equiparable al mayor atentado terrorista que recuerda la humanidad, aunque quedó claro que con la UEFA todo es posible. Caía el Arsenal, todo un imperio, pero también empezaba a redactarse el epílogo de uno de los peores entrenadores que han desfilado por Mallorca "Bernd Krauss" y se iniciaba un viaje con demasiadas dudas en la maleta.

Si el simple hecho de disputar la competición de clubes más prestigiosa del mundo había adquirido una dimensión histórica, la realidad ha acabado convirtiendo el tránsito en un asunto peligroso. Si Krauss fue el primero en detestar públicamente la Liga de Campeones y la elevó a la categoría de tóxica, los acontecimientos distorsionaron la propia realidad y la fiesta acabó convertido en un tormento cosido a base de humillaciones (el 0-4 del Schalke) e imperdonables errores de cálculo (el 24 de octubre en Londres).

Entre el bullicio del Apostolos Nikolaidis, el conjunto balear recibió un primer toque de atención. Panathinaikos, considerado de antemano como una de las cenicientas del grupo C, eligió enseñarse con moderación de un Mallorca ya con problemas en todos los frentes que tenía abiertos. En Alemania, una acción memorable dió aire a un equipo enfermo, pero poco después el reencuentro con el Schalke 04 "esta vez en Son Moix" resultó devastador. Si Krauss llevaba tiempo sobre un alambre, un equipo de su tierra le dió el último empujón. La hinchada llevaba tiempo pidiendo su cabeza y Alemany decidió entregarla.

Pero la aritmética seguía dando opciones de clasificación a un Real Mallorca que había marcado en rojo su visita al Highbury Park. Kresic ya estaba en el banquillo. Primero Pires y después Bergkamp inclinaron el marcador con brusquedad, pero Àlvaro Novo arregló las cosas. El problema es que nadie en el banquillo se dió cuenta de ello: el 2-1 clasificaba al Mallorca en caso de empate a puntos con el Arsenal. La escuadra balear buscó el empate y Henry golpeó a la contra. La UEFA es el consuelo.