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Michael Johnson, el rey del atletismo masculino, último en la línea de sucesión tras los reinados de Jesse Owens y Carl Lewis, se va tras haberlo ganado todo y con la certeza de que «no existe nadie» que pueda batir sus marcas. Lo que pudiera parecer un ramalazo de altanería y prepotencia de «el molinillo de Dallas», sobrenombre que adquirió por su particular estilo de correr con pasos muy cortos y rápidos sin elevar las rodillas, es tan solo un apunte sobre sus números en el cronómetro: 19.32 en 200 metros y 43.18 en 400, difícilmente superables.

«El expreso de Waco», otro de los tantos apelativos con los que se conoce a Johnson, se marcha con las arcas repletas de triunfos. Cinco oros olímpicos y nueve mundiales engrosan su palmarés, y cree que ya ha logrado todo lo que podría ganar a partir de ahora. Jonhson, una estrella que surgió hace 33 años en Dallas, en septiembre de 1967, adquirió el máximo fulgor en los Juegos de Atlanta en los que hizo un histórico doblete en 200 y 400 metros, lo que nadie había conseguido. Aquel doble triunfo supuso para Johnson un verdadero río de ingresos que empezó con la firma de un contrato de 12 millones de dólares con la firma Nike y continuó con un ascenso imparable de su cotización en las grandes reuniones mundiales.

Sólo en la cumbre de los 400 metros desde el declive de Butch Reynolds, el año pasado le salió un «gallito respondón» en los 200: Maurice Greene. Greene pretendía destronarle. Le lanzó un desafío con vistas a Sydney que no vio la luz. Cuando corrían los 200 metros en las pruebas de selección olímpica de Estados Unidos, una lesión privó a ambos del gran reto y a Johnson de revalidar la gesta de Atlanta.