TW
0
JORGE MUÑOA (EFE) La exitosa trayectoria trazada por la Copa del Rey desde que la ACB decidió ampliar la fase final para dar cabida a ocho equipos, hace ahora catorce años, está a punto de experimentar un nuevo y trascendental fenómeno de crecimiento incontrolado que ocurrirá en Málaga. Las circunstancias se han aliado para que las arrolladoras cotas de popularidad y calidad deportiva alcanzadas a lo largo de esta «década prodigiosa» de la Copa queden definitivamente acuñadas como señas de referencia obligada para las competiciones de elite de este siglo.

En medio del tremendo coste que la ruptura de las competiciones europeas ha supuesto para el prestigio y el arraigo social del baloncesto, sólo una ciudad talismán como Málaga y un torneo como éste, donde las jerarquías no existen, podían disipar la confusión que en los últimos meses rodea las canchas. La incondicional fidelidad que la afición malagueña profesa a la canasta, refrendada jornada a jornada con la presencia de más de 8.000 espectadores en las gradas del pabellón José María Martín Carpena, ha convertido la capital de la Costa del Sol en una de las mecas del universo ACB.

El azar ha querido que la Copa aterrice en ese oasis de abundancia un año después de lo previsto en principio, justo cuando más falta hacía que un golpe de efecto volviera a situar el baloncesto en el punto de mira del gran público. Y justo también cuando la final a ocho va a disputarse por primera vez con posesiones de 24 segundos, cuatro cuartos y las demás innovaciones introducidas después de Sydney 2000.

La reducción del tiempo de posesión ha acelerado el ritmo y ha hecho crecer la puntuación de los partidos, mientras que la división en cuartos ha significado un profundo cambio en la filosofía de los equipos, que ahora necesitan plantillas más largas para mantener la intensidad los cuarenta minutos. La influencia que ambas reglas han ejercido en la dinámica del juego y la elección de una sede emblemática despejan la última incógnita de la fórmula que ha conducido a la Copa hasta su privilegiada posición actual, en la cúspide del deporte español y europeo.