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Acomodado en tierra de promesas incumplidas, justo en el ecuador de la clasificación, el filial tiene ante sí una oportunidad extraordinaria para mejorar el aspecto de su cuenta corriente y redimirse de la humillación que sufrió en Hospitalet. El grupo de Juan Ramón López recibe esta mañana en su principal centro de operaciones (12.00 horas) al Alzira, un equipo decrépito y aparentemente abocado al descenso.

Las ausencias de Cordero, Cámara "suspendidos por Competición" y Albert Riera "citado de nuevo por el primer equipo" implicarán un lógico cambio de planes, pero ante uno de los peores equipos de la Liga el Mallorca B está obligado a imponer sus credenciales y cargar la mochila.

El naufragio de Hospitalet debe suponer un punto de inflexión. Juan Ramón López ha insinuado durante los últimos días que su equipo está sometido a un grado de exigencia que poco tiene que ver con el doble objetivo de su equipo "formar futbolistas y lograr la permanencia", aunque ése es un mensaje que oculta demasiadas dosis de conformismo por una simple cuestión de armamento. Veinte jornadas después, el filial ha evidenciado que tiene argumentos para tutear a cualquier escuadra del grupo y moverse entre la flor y nata. El hecho de que contraiga más o menos méritos es otra cuestión que, entre otras cosas, afecta al banquillo.

Apuntillado el pasado fin de semana por el Burriana, el Alzira llegará a Palma con un cuadro patológico que le abre las puertas de la Tercera División. Mallorca B no anda excesivamente solvente, pero el cruce de caminos emite desequilibrio.