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La vida de Kelby Stuckey (Missouri, 1967) dió un giro inesperado durante la tarde del martes. Como un día cualquiera, acudió al Palau con su andar cansino; ganó el vestuario, bromeó con sus compañeros y pocas horas después suspiraba sobre la camilla de un quirófano. El informe médico es aterrador para un jugador de 34 años de edad. Su botillo derecho le ha traicionado y se estima que deberá permanecer alejado de las canchas durante un periodo aproximado a los ocho meses. Se acabó la temporada e incluso su trayecto en el baloncesto profesional.

Lo insinuó el propio jugador al término de la laboriosa intervención quirúrgica que dirigieron los doctores Manresa y Gasull. Stuckey es ahora un tipo completamente abatido, consciente de que los números y elogios que ha coleccionado durante los últimos meses en Inca han dado paso a un drama enorme.

La gravedad de su lesión "fractura-luxación del tobillo derecho con rotura de la sindésmosis tibioastragalina y arrancamiento del ligamento y de la cápsula articular" ha sacudido a todo el club. La directiva citó anoche a Pere Andreu Cortés, director deportivo, para valorar la situación y como sustituir a un jugador imprescindible. «Debemos estudiar muchas cosas. Deportivamente todo el mundo coincide, pero económicamente la operación es compleja», subrayó el secretario técnico del Inca. El presidente Sebastià Penya se expresó en términos idénticos. «Nos ha dolido lo de Stuckey, porque ante todo es una gran persona. Deportivamente también ha sido un palo y vamos a trabajar para buscar una solución».