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«Sufre y ganarás». La frase en cuestión puede haber rebotado contra las paredes del vestuario del Inca en más de una ocasión. Con menos talento que un buen puñado de equipos que le preceden en la clasificación, sólo a partir del trabajo en defensa puede explicarse la explosión de un plantel que cerró el año "se ha consumido el primer trayecto de la fase regular y la primera jornada de la segunda vuelta" acomodado entre la flor y nata de la categoría: sexto con el mismo balance que el quinto.

Incluso en baloncesto los números pueden inducir al error, pero en el caso del Inca las cosas están claras. Abós ha logrado que su equipo se aplique hasta la saciedad cuando no tiene la posesión del balón y sólo el Manresa (1225) puede presumir de haber recibido menos puntos que el cuadro balear (1226). A excepción del Murcia, todos los equipos que han desfilado por el Palau han muerto por asfixia. La defensa del Inca acaricia los límites del reglamento, incluso suele resultar estéticamente poco agradable, pero los resultados están ahí. En este sentido, poco se puede discutir.

Desde la llegada de José Luis Abós García, el cuadro mallorquín ha desarrollado una habilidad especial para desarmar al contrario, pero si se buscan nombres propios, la figura de Kelby Stuckey emerge sobre la de cualquier otro jugador. El cinco estadounidense ha jugado más minutos que nadie, ha anotado más puntos que nadie, ha anotado y capturado más puntos y rebotes que nadie y también es el jugador que más faltas ha forzado. Suele pasar casi inadvertido, pero cuando el partido ha acabado, siempre ha sido un factor de desequilibrio.

Anthony Stacey es otra de las claves del éxito. En su primera incursión en España, ha necesitado un lógico proceso de adaptación, pero en muchos partidos ha resultado determinante. Posiblemente, es el jugador más completo del Inca, pero sigue encontrándose algo incómodo en un baloncesto más lento y menos físico.