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Hogar, triste hogar. Nunca un filial se sintió tan incómodo en su casa, tan condicionado por el juego del rival y por sus propios argumentos. El Mallorca B ha cerrado la primera vuelta sumando más puntos lejos de Ciutat que en el Lluís Sitjar y ofreciendo su mejor versión a muchos kilómetros de es Fortí.

El grupo de Juan Ramón López ha echado la persiana del primer ciclo de competición sumando 31 puntos "quince en Palma y dieciseis a domicilio" y con la sensación de que su balompié mejora si el rival lleva la iniciativa. Los baleares sumaron triunfos en Tarragona (1-2 ante el Nàstic), Barcelona (0-3 frente al Espanyol B), Castellón (1-2 en Borriana) y Premià (ganaron 0-2 el pasado domingo) y han puntuado en un buen manojo de desplazamientos (Terrassa, Cartagena, Alzira y Sabadell). Sus guarismos son ampulosos como visitante y es una simple consecuencia de la inercia del contrario, el dibujo táctico del filial y las características de la plantilla. Así, una de las referencias en los últimos partidos ha sido Jofre; el centrocampista catalán ha conseguido explotar toda su velocidad y ha marcado en dos de los últimos tres partidos lejos de Mallorca.

El equipo insular apuntó esta tendencia desde el inicio y ha finiquitado la primera fase subrayando esta condición. Perdió el primer partido del curso en su feudo ante el Conquense (1-2) y en el último que disputó ante el Figueres también cedió (0-2). Curiosamente, ambos los perdió el filial después de quedarse en inferioridad numérica, una circunstancia, junto a las lesiones, que han minado las opciones del conjunto mallorquín.

El equipo bermellón fue capaz de llegar hasta noviembre sin mácula en sus viajes, pero el partido ante el Novelda "coincidiendo con una ristra de bajas" provocó el primer borrón en la hoja de servicios de los rojillos. Los de Juan Ramón López han perdido los mismos partidos a domicilio que en el Sitjar "dos" y sólo un punto le separa de la zona de privilegio.