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MIGUEL VIDAL Aunque, como se afirma en términos deportivos, la suerte hay que buscarla, puedo decir que he tenido en mi vida profesional dos suertes inmensas. Una, a lo largo de treinta y dos años en el diario «AS», entrevistar en sus propias casas, en su ambiente, a las grandes figuras del deporte mundial de este siglo, desde Jesse Owens a Larisa Latynina, de Bob Beamon a Jim Hines pasando por Cassius Clay, Dick Fosbury, Pelé o Garrincha. Otra, volver a mis raíces para conocer en profundidad, y reunir gesta a gesta en la serie «Leyendas Mallorquinas», a los grandes deportistas que ha dado esta bendita, desigual e injusta tierra que es Mallorca. Bendita porque quien la conoce la ama, desigual porque coexisten demasiadas diferencias sociales, e injusta porque desprecia lo suyo. Es la nuestra una tierra que debería estar orgullosa de tener más campeones del mundo que toda España junta y sin embargo de los diecinueve mallorquines que han conseguido tan inmenso honor, solo tres han merecido el aprecio y el respeto de sus paisanos. Así, en Felanitx, en lugar de poner Carrer des Vent le pusieron una calle a su nombre a Guillermo Timoner (seis veces campen del mundo); en Porto Cristo decidieron que una calle, en lugar de denominarse Carrer des Fum, se llamara Carrer Joan Gomis, y en es Molinar pusieron directamente una calle a nombre del tricampeón mundial Pep Amengual.

Este domingo, en las páginas centrales del suplemento de deportes «Líder», su nueva ubicación, «Leyendas Mallorquinas» cierra el ciclo de un año. El 7 de noviembre arrancará con Àngel Bolao un nuevo ciclo que espero siga contando con su benevolencia de lector interesado. El objetivo es mirar con los ojos de hoy lo que son y han sido los ilustres del deporte en nuestra bendita, desigual e injusta Mallorca. Una tierra de grandes deportistas y pésimos políticos.