La selección española ganó en la prórroga. Foto: TOMÀS MONSERRAT.

TW
0

2 ESPAÑA: Joaquín Moso, Jordi Ferrón, Alain González, Ezequiel Loza, David Barrero, Ismael López, Daniel Amieva, Alberto Rivera, N.Fernández, José Rodríguez y Gonzalo Colsa.
Cambios: I.Iduriaga por N.Fernández, Soriano por Barrero e Isidro Nogales por Daniel Amieva.

1 ITALIA: Stefano Ambrosi, Manuel Milana, Michele Zeoli, G.Geraldi, P.Ferraresso, D.Giugliano, Giuseppe Giglio, Carmelo Russo, Cristiano Bacci, A.Arricca y Alessio Bifini.
Cambios: Andrea Maniero por Ferraresso, Alessandro Comi por Giuseppe Giglio y Battafarano por Carmelo Russo.

ÀRBITRO: Olivier Viera (Uruguay). Amonestó con la cartulina amarilla a los españoles José Rodríguez, Ismael López y a los italianos Giuseppe Giglio, Battafarano, Bacci y A.Arricca. Expulsó a un jugador del banquillo transalpino y a Bifini de forma directa en el minuto 60.

INCIDENCIAS: Más de 5.000 personas en el estadio Lluís Sitjar.

GOLES:
Minuto 8, Rivera marca de cabeza a pase de Barrero, 1-0.
Minuto 10, Bifini empuja a la red un balón muerto, 1-1.
Minuto 112, Soriano empalma desde el área grande, 2-1.

XISCO CRUZ
Más de cien minutos tardó la enésima generación de oro del balompié base español en colgarse la medalla del cuello. El grupo de Teodoro Nieto se trasladó hasta el Lluís Sitjar para que el grueso de aficionados al fútbol de la isla viviera de cerca otro éxito de las categorías inferiores. Tuvo que ser con un gol del mismo precio que la medalla, después de un buen puñado de minutos tratando de abrir la verja italiana. Fue Soriano, con un disparo mordido y enganchando un esférico sin dueño. Era el momento de abrir la caja de sueños.

Y el primero que mostró una sonrisa en el rostro fue Jaume Ramis. El centrocampista mallorquín, partícipe indirecto ayer y directo en fechas anteriores, se abrazó a Miquel Bestard (otro balear en el banquillo) para certificar que España había consumado su ingreso en la historia de la Universiada.

El choque fue ramplón, sin cuerpo, tosco y excesivamente horizontal. Se resolvió en dos minutos galácticos, el tiempo suficiente para que Rivera exhibiese su oportunismo y para que Bifini demostrara que su remate completaba una endiablada velocidad. A partir del minuto 10, el partido murió. Primero por la falta de profundidad (tan sólo Rivera tuvo una opción cristalina) y luego por la absurda e infantil expulsión de Bifini. Los transalpinos echaron el candado y los españoles evidenciaron falta de recursos. Sin embargo, Soriano acertó a poner el cuero entre la maraña de piernas italianas y subió a España a lo más alto del podio. Gol, medalla y generación de oro para una Universiada brillante.