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Sólido, seguro y muchas veces brillante cuando sus rivales se creen superiores y tocan el balón hacia adelante; dubitativo, sin ideas, en ocasiones desquiciado ante los equipos que salen a especular cronómetro en mano regalando todo el campo. El Mallorca ha reinventado una vieja máxima para mantenerse vivo en la Liga: Si no puedes con tu enemigo, clónate a él. Y no le va mal. A falta de un punto para alcanzar el listón imaginario de la permanencia, el grupo de Cúper sigue caminando de puntillas entre la élite. Todo el mundo le ignora pero nunca ha dejado de tutear a los señores de la Liga. Recién eliminado de la Copa del Rey, a las puertas de las semifinales de la Recopa de Europa y bien instalado en el campeonato, el club que mejor ha retabilizado sus tres mil millones de presupuesto está conociendo el éxito a base de fuertes cambios de personalidad. La del Mallorca es una transformación eterna. Es tan capaz de firmar una colosal tarde de goles ante el Atlético de Madrid y de provocar una pañolada en el Camp Nou como de quedar en evidencia ante el colista Extremadura o el disminuído Varteks croata.

Sólo un aspecto de su carácter se ha mantenido prácticamente inalterado entre las actuaciones más brillantes y las más grises: el sistema de contención. A pesar de los malos resultados ante Tenerife y Alavés, si algo no ha olvidado este equipo es aquella frase que Cúper pronuncia en tono grave: «Hay que evitar errores en todas las líneas, pero sobre todo en defensa. Ahí se pagan muy caros».