Los familiares de Lorenzo pasaron de los nervios a la euforia. | P. Pellicer

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Los amantes de las motos en Mallorca y Barcelona inauguraron el domingo pegados al televisor. El día 10 del mes 10 a las 10 y diez segundos los nervios se reflejaron en los rostros que apenas una hora después lucían una sonrisa de oreja a oreja. El hito histórico de Jorge Lorenzo se celebró en su tierra y en especial en las casas de su padre y de su madre, aunque la euforia también se escenificó entre alusiones a Esparta en un hotel de Barcelona.

Cuando las luces rojas desaparecieron de los semáforos de Sepang los corazones se encogieron a 11.597 kilómetros de distancia. El padre de Jorge Lorenzo, 'Chicho', se concentró ante el televisor de su casa en Selva para seguir la carrera al milímetro, mientras que su madre, María Guerrero, se retorcía sobre una silla de su casa en Maioris, donde familiares y amigos se dieron cita entre símbolos del 99 de Yamaha y la bandera de 'Lorenzo's Land'.

La gran salida del mallorquín supuso un alivio que se fue transformando en tensión a medida que Dovizioso se fue colocando a rueda y Valentino comenzó su persecución. Chicho, cronómetro en mano, no se perdía un solo detalle de la carrera y en casa de María la ayuda de un portátil permitía repasar todos los movimientos. El adelantamiento limpio de Dovizioso a Jorge hizo que un suspiro recorriera Mallorca a doce vueltas del final. Más tensión generó la proximidad de Il dottore . «¡Déjalo!», gritaron al unísomo en casa de María Guerrero para que el piloto mallorquín se acomodara en el tercer puesto. Suficiente alivio y disfrute hasta el final.

Sin embargo, la mayor alegría llegó con las primeras palabras del flamante campeón del mundo acordándose de los suyos. Tras escuchar a Giorgio, como le llama 'Chicho', María, sus familiares y sus allegados desafiaron al frío y trasladaron la fiesta a la Plaza de las Tortugas.