Sito Riera con algunas de las camisetas que ha vestido durante su carrera como futbolista. | Miquel Alzamora

TW
5

Llorenç Riera Ortega, más conocido como Sito Riera, (Manacor, 1987) llegó con apenas once años a la Masía y formó parte de la quinta de Leo Messi, con quien coincidió en las categorías inferiores del Barça. Ascendió poco a poco hasta llegar al filial. El verano en que Pep Guardiola tomó las riendas del equipo se marchó al Espanyol y a partir de ahí empezó un largo periplo que le llevó a jugar en Grecia, Ucrania, Kazajistán, Polonia, Chipre y España hasta cerrar ahora el círculo en Manacor donde todo empezó tras un paso previo por La Salle. Ha jugado en el Barcelona B, Espanyol B, Panthrakikos, Panionios, Chrnomorets, Quairat, Slask Wroclaw, Enosis, Limassol, Anagennisi y Talavera. A sus 36 años atesora experiencia, vivencias y un baúl inagotable de anécdotas. Quiere ser entrenador, como en su día quiso ser futbolistas. Lo será porque tiene tanta fe en sí mismo, que nada ni nadie podrá frenarle. Tiene mujer y dos hijos. Es hermano de otro grande del fútbol balear y español, Albert Riera.

—¿Regresar al Manacor es una manera de cerrar el círculo?
—Vuelvo donde empezó todo. Arranqué en la Salle con fútbol 7, pero donde empezó todo con fútbol 11 fue aquí, en el Olímpic Manacor. Estuve un par de años y en el 99 empezamos a destacar varios futbolistas y por primera vez en la historia con Miquel Bestard y Antonio Barea fuimos campeones de baleares con la selección en Almendralejo. Allí ya hubo interés por parte del Real Madrid, pero yo tenía diez años y mis padres ni me lo dijeron. No lo supe nunca.

—¿Cómo fue su llegada a La Masía?
—El año siguiente Serra Ferrer vino a ver a Na Capellera un partido contra el Poblense. Recuerdo que yo no jugué de titular porque pasé mala semana, tuve alguna molestia y entré desde el banquillo. Marqué dos goles y a tres de nosotros nos dijo que les gustaría hacernos una prueba, debía ser el verano de 2000. En un día pasé de jugar aquí a hacerlo en Portugal contra el Oporto con el Barcelona. Fue una prueba, regresé a Manacor y al cabo de un mes recibí otra carta en la que me invitaban a jugar otro torneo en Italia contra la Roma, el Inter, el Milán y otros más. Mis padres me dejaron ir y ya en verano llegó la carta en la que me informaban que querían ficharme. Yo tenía 11 años y por otra parte Paco Navarrete lo activaba todo para fichar a mi hermano Albert por el Mallorca y le decía que me llevara con él. Finalmente me decidí por el Barcelona y con 11 años ni me lo pensé.

—¿No fueron años muy duros siendo tan pequeño en un club de la dimensión del Barça y en una ciudad como Barcelona?
—El primer año fue difícil. Todo era muy nuevo y por las noches sentía añoranza, no lo negaré. Durante el día todo sucedía muy deprisa. Ibas a clase, estudiabas y por las tardes entrenabas. En la parte alta de La Masía había una biblioteca donde te obligaban a hacer los deberes. Durante la semana no pensabas y el fin de semana se complicaba un poco porque al margen del partido había muchas horas libres. Tuve la suerte de conocer al agente Mágico Díaz, que fue como un padre para mí, además de un representante. Casi cada fin de semana me llevaba con sus hijos a su casa. Pero en general era complicado con once años.

—Y quedará para la historia que usted formó parte de una quinta increíble de futbolistas.
—Fue impresionante. Hice todas las categorías. Estaba Piqué, Messi, Cesc... entre muchos otros, pero todas las piezas importantes poco a poco se fueron marchando. A Leo lo subieron al primer equipo, Piqué y Cesc se fueron.

—¿Qué recuerda de Messi?
—Coincidí con él todos los años que estuve en las categorías inferiores. Yo fiché dos semanas antes que él. Leo llegó dos semanas más tarde. Rodolfo Borrell, que ahora es el segundo entrenador del City, no lo quería, nadie le quería. De hecho eran algo recelosos con los futbolistas que no procedían de Cataluña, había que ganarse su confianza en cierta manera. Lo ganamos todo esos años y seguimos ganando en división de honor juvenil, en el juvenil B, con Tito Vilanova también. Ganamos todos los títulos posibles. Después Quique Costas ya me subió al filial y allí me quedé. Marqué 14 goles mi primer año.

—La pretemporada que llega Guardiola al filial, en Tercera, usted decide fichar por el Espanyol. ¿Cómo se dio esa situación?
—El segundo año en el Barcelona B me veía preparado para dar el salto y no quería seguir y en el primer equipo no había sitio. Estaban Etoo, Ezquerro, Saviola… y pedí salir. El club no me dejó y tenía ofertas como el Celta y otros de Segunda. No me dejaron y eso me afectó. Llegó una generación nueva de jugadores que no estaban preparados para la Segunda B e hicimos una temporada mala porque bajamos. Y ahí llega Pep y me dice que me quede y me asegura que si me quedo, el año siguiente estaré en el primer equipo del Barcelona y ganaré 150 millones de pesetas. Eso me lo dijo y me acuerdo como si fuera ahora. No me lo creí, hay que entender las circunstancias. En mi cabeza estaba salir.

—¿Cómo vivió esa pretemporada con Pep Guardiola?
—Pep se ganaba el respeto solo con su presencia. Era nuestro entrenador, pero era también el excapitán del primer equipo del Barcelona. Pero era su primer año y nadie se esperaba todo lo que vendría después. Ese año ni Pedri ni Busquets estaban todavía con nosotros y pasaron de Tercera en un año natural a ser titulares en el primer equipo y en la selección española. Yo no sé qué hubiera pasado si sigo, no sé si me habría consolidado en Primera o no hubiera salido de la rueda de Segunda B. Nunca se sabe.

—Y decidió irse al Espanyol.
—Me fui porque me hacían contrato con el primer equipo y porque estaba mi hermano Albert. Allí me encontré que Ernesto Valverde. Él tenían sus delanteros y tuve que esperar la oportunidad en el segundo equipo. La temporada no fue buena y en verano ya salió la oportunidad de irme al extranjero. Tal vez no tuve la paciencia necesaria de esperar.

—¿Tal vez quería que todo sucediera muy rápido en su carrera?
—Tal vez. También tenía el peso de mi apellido porque con el paso de las temporadas la gente empezó a verme como el hermano de Albert, cuando futbolísticamente no teníamos nada que ver uno con otro. Yo era un punta y él un extremo puro. Albert ya acariciaba ir a la selección y en cierta manera esa situación no me ayudaba y decidí ir a buscarme la vida fuera, salir al extranjero y ver si era capaz de ser profesional.

—Y se va a Grecia para empezar su periplo.
—Allí empecé una nueva etapa. La adaptación fue fácil con el entrenador que era de padres españoles. Me lo pasé muy bien, era una gran Liga de no ser por la crisis de 2012 cuando muchos equipos buenos bajaron por impagos. Yo estuve ocho meses sin cobrar, ni el Chino Recoba cobraba que jugaba conmigo. El Olimpiacos trató de ficharme y pude jugar con mi hermano, pero Valverde decidió que quería otro perfil de jugador.

—Albert siempre ha estado muy pendiente de usted.
—Muchos años nuestra comunicación era por teléfono porque él estaba en un país y en un equipo y yo en otro. Siempre que hemos podido nos hemos encontrado y en Grecia disfruté de estar con él, pero duró muy poco.

—Termina su primera etapa en Grecia y se va a Ucrania.
—Sí, pero antes pude ir al Puebla en México. Acordé la contratación, pero lo hicimos con el presidente y el entrenador tenía otras ideas. Había firmado en Barcelona y no quise arriesgar ir a la otra parte del mundo a no saber si jugaría o no. Teníamos una oferta igual de Ucrania y me fui allí. Pasé del sol a las temperaturas gélidas y frías de ese país.

—¿Cómo fue la experiencia?
—Mucho frío. Había muchos extranjeros y se formó una familia entre todos. Nos ayudaban en todo, nos ponían hasta traductor. Psicológicamente era duro por la temperatura, eran varios meses, pero las ligas en pleno invierno durante tres meses se interrumpían y eso te daba vida. Diciembre te vas a casa, en enero y febrero la pretemporada es por la zona de Dubai, pero en el marzo todavía hay nieve, aunque no es lo mismo.

—¿Y el paso a Kazajistán?
—Estuve muy cerca de fichar por un equipo de Rusia, pero terminé en Kazajistán. Tuve que mirar el mapa para saber hacia dónde iba. Era un equipo que quería hacer las cosas bien, las hizo de hecho, pero estaba muy lejos. En según qué partidos tardábamos ocho hoas en avión para jugar partidos de Europa. Lo pasé bien, pero fue complicado, la adaptación fue muy complicada, pese a que jugué en Ucrania anteriormente.

—Si pudiera volver a tras ¿cambiaría algo?
—Las decisiones se toman en su momento y hay que aceptar que las has tomado y punto. No pienso mucho en qué hubiera pasado si me quedo en el Barcelona o después en el Espanyol. Pienso que la experiencia que he conseguido aglutinar no tiene precio. Si me da el gusanillo de ser entrenador, tengo una experiencia de muchos años en equipos de la máxima categoría, el trato con entrenadores de diferente perfil, sabes lo que es más conveniente y lo que no y sé lo que quiero dar a un vestuario y lo que no. Esa es una de las grandes motivaciones de ser entrenador, poder trasladar todo lo que he aprendido estos años.

—Pese a seguir en activo en el Manacor como futbolista, ¿empieza a pensar ahora más como entrenador?
—Sin duda. Los entrenadores son gestores de personas y eso tal vez es lo que menos trasciende. Por ejemplo en Ucrania tuve un entrenador muy bueno desde el punto de vista técnico, pero como persona tenía un trato comunista, era mal hablado y el vestuario estaba dividido. Era un hombre frío, no había ningún tipo de relación y esta distancia marca. Si ves que tu entrenador lo da todo por ti, tú lo das todo por él. Si esa simbiosis no se da, todo es muy difícil. Hay que cuidar la relación con los jugadores, siendo consciente de que no puedes gustar a todos.

—¿Le gustaría ser entrenador?
—Ahora estoy en el Juvenil A como ayudante y me saco el curso de entrenador UEFA en Las Rozas para exfutbolistas.

—Y sigue jugando en el Manacor en Tercera.
—Es una forma de mantenerme en forma en el equipo de Tercera. Tiene que entender que son 22 años seguidos haciendo lo mismo, jugando al fútbol profesional y un día ves que esto se acaba y que no vuelves a hacer nada de lo que hacías. No me veía metiéndome en un gimnasio para mantenerme en forma.

—¿Sufrió ese impacto que supone dejar el fútbol profesional con todo lo que ello representa?
—Ha sido difícil porque después de ir a Chipre, decidí no jugar más. El año pasado fue un año de transición y fui a Grecia y me la pegué. No debería haber ido, pero fue una manera de ir preparándome, de que no llegara todo de golpe. Fueron muchos años de presión y de fútbol, sabía que algún día llegaría, pero nadie te prepara para el día que dejas de jugar. En Grecia me fui sin la familia y dije hasta aquí. Hay líneas que no cruzaré. No me compensaba estar sin ellos y a estas alturas con 36 para 37 años no tengo motivos. Me sirvió para decir hasta aquí porque fue una preparación para dejarlo, algo que insisto, llevaba muy mal.

—Ahora ha regresado al Manacor. ¿Qué club se ha encontrado?
—Muy bien organizado. Hay personas que ayudan desde el punto de vista económico, que es importante, la estructura de club me ha sorprendido mucho y el problema que veo es que el tema de instalaciones limitan mucho, solo con Na Capellera no es suficiente.

—¿Y el equipo de Tercera?
—Son grandes chicos. Es un gran vestuario y estoy disfrutando de estar con ellos. Entrenan cuatro veces a la semana, son amateurs, pero su comportamiento es de profesionales y eso me ha sorprendido para bien.

—¿Y con Jaume Mut?
—No lo conocía personalmente y tenía un concepto suyo como muy radical, eso de ir hombre a hombre…pero ofensivamente te da libertad, mientras hagas bien las cosas y defensivamente juega hombre a hombre porque cuando trabajas en zona tal vez por circunstancias pueda ser más complicado y su libro de estilo da resultado.

—¿Ha sido la vida que soñaba cuando salió de Manacor con apenas once años?
—Sí estoy contento. Pero hay que tener claro que ha sido difícil. No todo ha sido tan bonito. Ahora mismo si por ejemplo tuviera una oferta del exterior por un hijo mío de once años no le recomendaría que se fuera porque si vales puedes esperar un poco más. Si realmente tienes talento siempre tocarán a tu puerta. Los padres en este sentido tampoco tendrían que presionar al hijo para que se marche. Con 15 ó 16 vendrán igual y no necesitan pasar esa tortura de irse con once años. Yo lo aprendí y lo recomiendo a niños y padres.

—¿Cómo lo lleva su hermano en el Girondins?
—Pagaron por él, siendo un entrenador que lleva año y medio en activo. Físicamente es un equipo fuerte y trabaja mucho para mejorar tácticamente. Está muy motivado y tiene experiencia y eso le ayudará mucho. Estoy seguro que cogerá lo bueno de cada entrenador que ha tenido para aplicarlo en el presente.