Vicenç Reynés Serra en Alcúdia. | Miquel Alzamora

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Los futbolistas cuando son felices en el campo no envejecen. Dejan de cumplir años para pasar a sumar temporadas, a añadir muescas en la empuñadura. Vicenç Reynés Serra (Alcúdia, 1971) tiene 50 años y juega al fútbol de forma ininterrumpida desde que tiene uso de razón, concretamente desde los 12 años. A los 16 debutó en Tercera en el Alcúdia. Ha vivido siempre partido a partido, entrenamiento a entrenamiento. Siempre, sin parar, sin desfallecer, sin dejarlo aparcado. Y sigue. «No entiendo mi vida sin entrenar ni jugar», asegura. Actualmente milita en el Campanet en Primera Regional. Continúa siendo riguroso con los entrenamientos programados y juega los domingos los minutos que haga falta. «Me cuesta recuperar al día siguiente», relata. «En el último partido jugué 98 minutos y el día siguiente es duro. Tomo algo para recuperar, voy al mar a darme baños de agua fría en las piernas, pero sin duda lo que más voy notando con el paso de los años es esa dificultad para recuperarme de los esfuerzos», relata el futbolisa. La cita con Ultima Hora es en su Alcúdia natal, en la zona de la murada que rodea la ciudad, en la iglesia de Sant Jaume. Vicenç llega sonriendo. De mirada curiosa y rostro amable, el protagonista acude al encuentro con tres álbumes de recortes de prensa que resumen sus más de 30 años en Tercera y categorías regionales.

Un trabajo de recopilación incansable e impagable que llevó a cabo un buen amigo suyo, José María Ramón. «Fue él quien ha guardado todo lo que publicaba la prensa. Incluso todavía ahora descubro fotos y artículos que desconocía que tenía», relata. Su hija de 17 años, Marta Reynés Oliver juega a baloncesto, «aunque ahora lo ha aparcado un poco por los estudios», relata su padre. «Es una buena jugadora y toda su vida ha visto como yo los fines de semana tenía que dedicarme al fútbol, pero sinceramente no me veo haciendo otra cosa», relata el futbolista. Su gran carrera la ha desarrollado en Tercera División, mayoritariamente en el Atético Baleares, Poblense, Alcúdia y Binissalem, más otras muchas campañas en Preferente y un buen puñado    en Regional, como ahora con el Campanet y anteriormente en otros equipos. «Y he marcado con todos», recuerda orgulloso.

La espina que lleva clavada es la Segunda B. «He disputado diez liguillas de ascenso y en ninguna he conseguido el premio de subir de categoría», recuerda. Es el factor que más lamenta Reynés, el no haber llegado a tener la experiencia de Segunda B. «Hubo un año en que lo tuve muy cerca con el Binissalem, pero ante el Lepe lo sueños se esfumaron. Estuve semanas pensando y comiéndome la cabeza incluso me daban ganas de llorar, pero no pudo ser», lamentaba.

El Mallorca en su época de juvenil se interesó por él. Pero eran otros tiempos. «Querían ficharme para el equipo de Liga Nacional y ahí, con el paso del tiempo, admito que me equivoqué. Debería haber dado el paso, pero los que somos de un pueblo y son    de mi edad lo entenderán. Yo soy de Alcúdia y tenía que ir a Palma a entrenar y eso me cortaba. Tenía fútbol y físico, pero las cosas fueron como fueron», relataba todavía con cierta nostalgia el futbolista del Campanet. La conversación va cambiando a medida que los recuerdos y la nostalgia invaden la memoria y las páginas de recortes se van sucediendo una tras otra.

Crónicas y artículos

Allí permanece impasible al paso del tiempo un artículo de Gabriel Genovart, histórico cronista del diario Baleares con su sección ‘Balón insular’. Ahí están las crónicas de Gabriel Moragues y las imágenes con antiguos compañeros que ya han colgado las botas. Y entrenadores. Muchos. Algunos entremezclan esa figura de técnico y amigo como por ejemplo Tomeu Pons. «Para mí —relata Reynés— es el que más me marcó. Todos aportaron, también Miguel Garriga, todos me ayudaron. Pero cuando he disfrutado más ha sido con Tomeu. Eso sí, con él nunca sabías si ibas a jugar el domingo o no. Nunca repetía once, nadie era capaz de adivinarlo. Me contó un día que, con la alineación titular en la cabeza, de camino al vestuario, veía la cara de uno que tenía que estar ese día en el once y si no le gustaba el rostro, cambiaba de decisión y le sentaba. Era un libro abierto», explicaba el futbolista mallorquín.

Páginas en blanco y negro

La conversación se desarrolla entre el enorme puñado de páginas en blanco y negro que van pasando por sus manos. ¿Era mejor el fútbol de ahora o el de antes? El jugador no lo duda. «El de ahora. El futbolista actual está mejor preparado y las condiciones son mejores. Antes todo eran campos de tierra y en mi opinión ahora el futbolista es mejor. Pero por ejemplo, Andreu Mir —otro histórico— me asegura que no. Cada uno lo ve un poco a su manera», relata. ¿Y la disciplina? Ahí no duda Vicenç en responder. «Yo siempre he guardado el respeto a entrenadores y jugadores y más cuando empecé. Yo no decía nunca nada, estaba siempre guardando distancias y ahora, ahora todo es diferente», asegura Reynés. Su nombre siempre figurará en la historia del Atlético Baleares, un club que dejó mella en el futbolista. «En el Atlètic aprendí a saber lo que era el fútbol. Es cierto que el equipo estaba en Tercera, pero la exigencia era brutal. Ahí tenías que se profesional, cuidarte y pensar toda la semana en el partido de la próxima jornada. Físicamente fue un cambio brutal. Me marcó estar en ese club», subraya el jugador mallorquín, que vuelve a darle vueltas a no haber jugado en Segunda B. «Antes la liguilla era terrible con equipos de Murcia, Valencia y Cataluña. Era dificilísimo», recuerda. ¿Y partidos? ¿Se queda con alguno? «Sin duda», asegura. «En Orihuela con el Poblense perdíamos tres a cero y empatamos a tres. Yo marqué uno de los goles. En el útimo minuto nos pitan un penalti en contra y Molondro lo paró. Parecía que habíamos ganado la Copa de Europa», recuerda todavía con una sonrisa.

Con los árbitros siempre se ha mostrado respetuoso. «En toda mi carrera me han sacado bastantes amarillas, pero rojas directas en toda mi vida deportiva solo he visto tres o cuatro. Es cierto que me acuerdo que antes era antes y ahora, ahora. Hice una entrada a Pep Lluís Martí en un Baleares-Mallorca B que ahora sería roja. Cuando la veo en el DVD me asusto yo mismo», recuerda. Llega el pitido final. La última reflexión. ¿Cuando colgará las botas? «No lo sé. El fútbol es parte de mi vida. Disfruto de entrenar juegue o no. No me veo sin entrenar». Así se forja una leyenda. La leyenda Reynés, la de un hombre que ha sido, es y seguirá siendo futbolista hasta que el cuerpo aguante, hasta que la ilusión se mantenga, hasta que la llama del balón siga encendida. El tiempo no se detiene, pero Vicenç aprende  también a driblarlo.