Los jugadores del FC Barcelona Lionel Messi, Andrés Iniesta, Scherrer Maxwell, Eric Abidal, Adriano Correia y Seydou Keita (izq-dcha) celebran uno de los goles que ha marcado el conjunto azulgrana ante el RCD Mallorca. | Montserrat T. Diez

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Del entusiasmo, las sonrisas y la suficiencia de la primera vuelta, a los gestos de preocupación que empiezan a dibujarse en el rostro de algunos miembros del vestuario. Los números del Mallorca, resplandecientes en el nacimiento del campeonato, se han ido oxidando con el paso de las semanas y esa montaña de tranquilidad que empezaba a acumularse en Son Moix resulta cada vez más escasa y limitada. Principalmente, porque tras despachar una de las mejores primeras vueltas de su historia reciente, los bermellones se han desplomado al girar la esquina del torneo (4 puntos) y sólo el Málaga, aunque con un encuentro menos, presenta un balance más pírrico (3).

Instalado en el vagón de cola de este tramo más reciente de la competición, sus carencias se acentúan todavía más si retrocede en la fecha del análisis. Sus únicas tres victorias en las últimas doce jornadas le obligan a arremangarse de inmediato para que no se dilate el asunto de la permanencia. De lo contrario, su colchón podría quedar reducido a cenizas justo a las puertas de un final de campaña que se prevé ajetreado.

El Mallorca se metió en el túnel cuando abrió la puerta del mes de diciembre. Hasta ese momento, había crecido adelantándose a los plazos previstos y había llegado a sobrevolar el cielo de la Liga gracias a un ramillete de puntos con los que apenas contaba, como aquellos que sumó ante el Madrid en la jornada inaugural o los que recogió sobre el césped del Camp Nou o Mestalla. De hecho, zanjó noviembre a lo grande. Primero, se abrazó en el Pizjuán a la victoria más dulce del curso y pasó a continuación por encima del Málaga. Todo parecía preparado para que enlazara, mucho tiempo después, tres alegrías en cadena.

Sin embargo, todo empezó a venirse abajo con el desplazamiento a Getafe. Desbordado de inicio a fin, el Mallorca recibió un fuerte golpe en la frente que le hizo distanciarse del terreno reservado a los conjuntos de rango continental.

Lo que parecía una tarde gris, un pequeño mal pasajero, siguió cogiendo forma una semana más tarde. Visitaba Son Moix el Racing y lo hacía como el forastero más débil de toda la Primera División. Entre su expedición destacaba el extremo Óscar Serrano, que volvía a una lista de convocados después de ocho meses en el dique seco. El catalán comparecía sobre el tapete en los minutos finales y castigaba a los de Laudrup con una desgarradora derrota que aplazaba un poco más su ascensión en la tabla. Por si fuera poco, a continuación llegaba el momento de viajar a Villarreal. La escuadra rojilla volvía a doblar la rodilla y confirmaba que vivía los peores días de la temporada, agravados también por un preocupante tropiezo en la Copa.

La entrada del nuevo año despejó los nubarrones que cubrían el Iberostar Estadi, aunque fuera de forma temporal. El Mallorca resolvió el primer compromiso del 2011 noqueando al Hércules y se llenó los pulmones de oxígeno. Cogió, además, el impulso suficiente para llevarse por delante al Almería y recuperar otro peldaño. Llegó incluso a bordear una primera vuelta histórica, pero falló al penetrar en el Vicente Calderón y le echó el candado con la cabeza agachada. Eso sí, tenía en su poder 27 puntos y transmitía la sensación de tener amarrada la salvación. Todo parecía arreglado. A punto de caramelo.

El giro del calendario resultó una tortura. La formación balear le sacó los colores al Madrid en el mismo Santiago Bernabéu y le tuvo encerrado durante muchos minutos. De no haber sido por la puntería de Karim Benzema, el Mallorca habría vuelto a Palma con algo en la mochila. Y a pesar de su imagen, excelente ese día, hilvanó otra caída. No obstante, se olvidó pronto. O mejor dicho, quedó sepultada por la peor derrota a la que se ha expuesto hasta el momento el Mallorca de Michael Laudrup. El Sporting, que también le había zarandeado en la primera vuelta, le desfiguró el rostro en una actuación sorprendente. Los de Son Moix tocaban fondo.

La debacle de esa tarde de finales de enero derivó días más tarde en el último oasis por el que ha transitado hasta hoy el equipo mallorquinista. Puntuó en el Reyno de Navarra a pesar de presentarse allí agujereado por las bajas y trituró después, con algún que otro apuro, a un Athletic cargado de buenos argumentos. Salía el sol.

Desafortunadamente, no ha vuelto a hacerlo desde entonces. El equipo rojillo ha vuelto a estancarse y todo en su entorno se ha recortado. Le cuesta horrores marcar un gol, recibe mucho más que al principio y su juego sólo funciona a ráfagas, a trompicones. Suficientes puntos débiles para que le atropellara la Real Sociedad en Anoeta o para que le desplazara, sin despeinarse, un Barça repleto de parches. En muy pocos días, el equipo ha pasado de soñar con Europa a pensar más que nunca en cubrirse las espaldas. Espanyol y Valencia esperan. Conviene reaccionar.