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Luis Miguel Pascual|PARIS
Zinedine Zidane anunció ayer que colgará las botas tras el Mundial de Alemania y emprenderá un camino que le llevará directamente al Olimpo de los futbolistas donde tiene reservado un hueco entre los mejores. El mundo del fútbol ha ensalzado las gestas de Yazid Zinedine Zidane, nacido el 23 de junio de 1972 en la localidad francesa de Marsella, en el seno de una familia de origen argelino, y que ha madurado a golpe de genio, rodeado de todas las recompensas soñadas por los profesionales del balón.

Ahora será la historia del balompié la que tenga que colocar a «Zizou» en el lugar que le corresponde, que pocos dudan que es junto a la selecta aristocracia de los que han marcado una época, junto a nombres como Di Stefano, Pelé, Maradona o Cruyff. Nada hacía pensar que el hijo de emigrantes kabiles que se crió en el popular barrio marsellés de «La Casteillane» fuera a convertirse en el jugador más alabado de fines del siglo XX y principios del XXI.

Su clase y elegancia, combinadas con su modestia y su carácter introvertido, no le han abandonado hasta los últimos años de su carrera, en los que una evidente bajada de rendimiento no ha sido suficiente para manchar su enorme currículum. Exigente consigo mismo, Zidane se va porque no quiere arrastrase por los campos, porque considera que sus dos últimas temporadas han sido mediocres y no se ve capacitado para, a punto de cumplir 34 años, resurgir de sus cenizas.