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El principal candidato a hacerse cargo del equipo, aunque interinamente, es Llorenç Serra Ferrer. El mallorquín es el director del fútbol base barcelonista desde hace tres años, tiene experiencia en la máxima categoría del fútbol español (ascendió a Primera División al Betis y al Real Mallorca) y será el hombre puente en tanto la directiva busca un sustituto al holandés.

Serra Ferrer debería ser quien diera la lista de altas y bajas de la plantilla, un grupo confeccionado mayoritariamente por Van Gaal y en el que el mallorquín sólo recomendó un fichaje: el del brasileño Vitor Borba Rivaldo. El principal problema radicará en la premura de tiempo para preparar el Barcelona del 2001. Todo está en función del calendario, porque para los nuevos gestores de la entidad no será lo mismo si las elecciones se celebran a finales de junio o de julio, como parece, o después de las vacaciones de verano. Núñez se irá, pero intentará dejarlo todo bien atado con las cuentas auditadas y aprobadas por la asamblea de compromisarios para que no quede ni la sombra de duda en su gestión económica. A pesar de los intentos, nadie, ni el vicepresidente Joan Gaspart ni tampoco los representantes de las peñas barcelonistas, ha conseguido que dé marcha atrás en su adiós, aunque existían dos precedentes que abonaban esta posibilidad. La primera fue en 1979. En plena celebración por el título de la Recopa, los aficionados le increparon: «Neeskens, sí. Núñez, no». El presidente, que se había hecho cargo del club el año antes, anunció su dimisión, pero se desdijo después. En la víspera de la final de la Copa de Europa (1992), Núñez, con lágrimas en los ojos, aseguró que tras haberlo meditado con su familia, tenía decidido abandonar. Con esos precedentes, los miembros de la oposición recelaron cuando se conoció la noticia, pero ahora todos tienen claro que el Barcelona se encuentra ante «una situación histórica». El adiós de Núñez dejará el campo libre para un numeroso grupo de aspirantes, que se decidirán por participar en la carrera electoral una vez que el aglutinador de los electores (Núñez disponía de una bolsa de 25.000 votantes), ya no estará en liza.