Ingo Volckmann sentado en las gradas del Estadi Balear. | Pere Bota

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¿Conocen la historia del hombre y el edificio de 50 pisos? Es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos. Para tranquilizarse mientras cae al vacío, no para de decirse: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien… pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje.

A Ingo Volckmann el Atlético Baleares se le escapa de las manos. En lo económico, aunque el club destaca por su solvencia, es un autentico pozo sin fondo. Una máquina tragaperras que lleva muchos años sin cantar premio, aunque ha estado cerca. En ese sentido hay que reconocer y agradecer la fe de Ingo, que lejos de cansarse y desaparecer sigue apostando por el ATB e incluso realiza esfuerzos extraordinarios como la reforma del Estadi Balear.

En lo social, reina la apatía y el desencanto entre la afición balearica. Un ámbito a mi parecer ignorado y menospreciado por la propiedad que ha desembocado en una profunda división entre los aficionados que después de un tiempo de bonanza han dejado de remar todos a una para estirar cada uno hacia su lado.

Sin embargo, esto es fútbol y si los resultados acompañarán me podría haber ahorrado los dos párrafos anteriores. Pero no es el caso. El inmovilismo de Ingo en lo deportivo es algo diría que insólito. Patrick Messow dispone de un crédito ilimitado, como si de un videojuego se tratara. Si una temporada es un absoluto fracaso, no pasa nada, «todo va bien». Con Jordi Roger, que parece haber dado con la fórmula de Patrick, ocurre lo mismo. Los malos resultados se suceden pero «todo va bien». Esto es la historia de un equipo que se derrumba, y según va derrumbándose algunos se repiten sin cesar, para tranquilizarse: «hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien...» Pero no olviden, lo importante no es la caída, sino el aterrizaje.