Don Camilo y el cura de la Bona Nova

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El pasado viernes leí un artículo de Jesús García Marín en Ultima Hora que hacía referencia a la amistad de Camilo José Cela con el cura de la Bona Nova, como excepción a la tirria que tenía a los curas en general. No era raro que Don Camilo le brindara su amistad, pues el rector de la Bona Nova era un señor cultísimo y extraordinario. Tenía varias carreras universitarias y hablaba una docena de idiomas. Aunque era mucho mayor que yo, tuve la oportunidad de conocerle. Yo sabía que desde joven quería ser sacerdote pero su padre se negaba a ello, ya que quería que siguiera su profesión de veterinario. Para no disgustarle, hizo la carrera de veterinario; pero cuando terminó, siguió con su empeño de ser sacerdote. Su padre le dijo que estudiara otras carreras, pero no la de sacerdote. Así que continuó cosechando las licenciaturas de derecho y de filosofía y letras, hasta que por fin, una vez terminada la licenciatura en teología, logró ordenarse sacerdote cuando ya tenía 38 años.

Recuerdo anécdotas suyas como la de que ninguna editorial quiso publicarle su tesis de metafísica, porque constaba de ocho tomos. Después de unos años sin vernos, nos reencontramos en Madrid. Me dijo que estaba realizando los últimos exámenes de Medicina, pues siempre le había hecho ilusión la carrera de médico, pero, como era sacerdote, la Iglesia no se lo permitía ya que era incompatible para un cura poder ver las partes íntimas femeninas.

No era de extrañar, pues, que un ser tan excepcional llegase a compartir amistad con Don Camilo y a colaborar con Papeles de Son Armadans.

Fue un señor inquieto que siempre se propuso conseguir todo lo que anhelaba, aunque fuera contra la voluntad de su padre o de la autoridad eclesiástica.