El ídolo con pies con zapatillas

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No uno, sino todos los ídolos tienen los pies de barro, al estar hechos «a nuestra imagen y semejanza», como Adán y todos nosotros, de ese frágil material. También, por supuesto, los jefes. Aunque les llamen ‘dios’ sus lacayos, como a F. González. De ahí que, tras un tiempo, tienen que reconocer que están cansados, que les quitamos su libertad y retirarse a tiempo, como no hizo, por desgracia, González.

P. Sánchez tuvo una lucha titánica para acabar con los corruptos herederos de aquel ‘dios’ sevillano. Después consiguió reunir a todos los demás partidos para echar al funesto –ahí están los tribunales– Gobierno del PP. Su tercera, máxima e involuntaria batalla, que no desearía a nadie, fue el tener que dirigir, con relativo acierto –visto lo ocurrido en otros países– una crisis sanitaria y económica singular, con el añadido del frontal e irresponsable sabotaje de ese Vox y ese PP.

Es natural, humano, casi inevitable, que al superar lo peor de esa tercera crisis Sánchez haya dado múltiples muestras de cansancio personal, como algunos de sus ministros, a los que ya ha sustituido. Acabamos de ver con tristeza su tardanza en reaccionar ante el imprevisto derrumbe final en Afganistán, por un agotamiento que simbolizan muy bien las zapatillas descubiertas bajo su ‘traje de faena’ oficial. Muchos somos los que apreciamos gran parte de sus esfuerzos. Pero, por él mismo y por todos, muchos y convergentes hechos apuntan a que conviene que busque, sin prisa pero sin pausa, un adecuado sucesor suyo.