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El verano en nuestras islas siempre ha sido sinónimo de sol, playas de aguas cristalinas y una amplia oferta cultural. Sin embargo, en los próximos años, el cambio en las condiciones climáticas va a plantear nuevos retos en la forma de trabajar de las empresas turísticas, retos que se suman a la desafiante necesidad de la sostenibilidad del destino turístico Este fenómeno no solo afecta a la comodidad y el bienestar de nuestros visitantes, sino que puede influir en la preservación de los lugares de valor natural y patrimonial más importantes de la isla, y por ende a la población local.

El 2023 fue un año récord tanto en la llegada de turistas como en el aumento de las temperaturas; en algunos lugares del archipiélago casi se alcanzaron los 40 grados. Es evidente que el calor extremo no sólo afecta al disfrute de las vacaciones, sino que también, y de una manera importante, afecta a los trabajadores y, de manera global, a la visita a lugares al aire libre en los que se puede poner en riesgo la salud y la seguridad de los visitantes.

Es un hecho, y muchos analistas y organizaciones lo están advirtiendo, que el cambio climático afectará a los destinos turísticos y a la elección del turista a la hora de escoger su lugar de vacaciones. La misma Organización de Naciones Unidas así lo trata en la Declaración de Glasgow sobre la Acción Climática en el Turismo. Por ello, es importante que, desde la industria turística, empecemos a tomar medidas.

El aumento de las temperaturas nos afecta desde diversas vertientes: los destinos emisores que antes sufrían bajas temperaturas en nuestra temporada alta ahora disfrutan de temperaturas agradables, nuestras altas temperaturas se tornan sofocantes, los índices de presión humana inciden negativamente sobre el territorio y la satisfacción de locales y visitantes…

Con todo, son muchas las decisiones que debemos tomar como destino a nivel global y también a nivel concreto para que el aumento de las temperaturas no imposibilite la realización de actividades al aire libre. Este nuevo paradigma nos obliga a revisar los horarios de visita, los flujos, los sistemas de acogida, la oferta de servicios y productos, la adecuación de espacios… Por su parte, la tecnología también puede jugar un papel fundamental en la adaptación de la oferta turística al cambio climático. Aplicaciones y programas pueden ayudar al visitante a organizar sus actividades al aire libre en función del clima, gestión de precios que ajusten las tarifas en tiempo real o pulseras que regulen el acceso a ciertas áreas según la demanda son sólo algunas de las innovaciones que podrían mejorar la experiencia del turista en nuestras islas.

Lo cierto es que el calor extremo está generando una mayor conciencia medioambiental en el visitante. Los turistas, antes de planificar sus vacaciones, querrán saber qué medidas están tomando los destinos para mitigar los efectos del cambio climático. Los lugares que no puedan ofrecer respuestas convincentes podrían perder cuota de mercado frente a sus competidores más sostenibles. Ser sostenibles, en consecuencia, ya no es una opción, es una obligación moral de compromiso con el entorno, y necesaria si queremos preservar el destino y lo que nos aporta.

La mayor llegada de turistas a las islas Baleares plantea otros desafíos en cuanto a la sostenibilidad y gestión de la capacidad de carga importante. Es clave evitar la sobrecarga de los recursos naturales y patrimoniales de la isla, promover la tan manida desestacionalización, en la que se puedan redistribuir los flujos turísticos, e impulsar una diferenciación del producto para evitar la concentración de visitantes en los meses de temporada alta. De no hacerlo la época de temporada alta llegará a ser calificada como época de calidad de visita baja. Enfrentarnos al desafío del cambio climático en el turismo requerirá una acción coordinada de todos los actores involucrados (administraciones, hoteleros, agentes sociales, TT.OO., restauradores y oferta especializada). Todos tenemos que ser capaces de trabajar en el mismo sentido.

Mantener la belleza natural y el patrimonio cultural de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera depende de nuestra capacidad y nuestra voluntad para adaptarnos a un clima cambiante y a la adopción de prácticas turísticas más sostenibles. Con ese compromiso firme y decidido, sumado a medidas innovadoras, desde las empresas de actividades turísticas trabajaremos para asegurar que sigamos siendo un destino deseado.