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El reciente ‘Informe mundial sobre crisis alimentarias’, publicado por la Red mundial contra las crisis alimentarias, una iniciativa conjunta de las Naciones Unidas y la Comisión Europea nos enfrenta a una realidad alarmante: 281,6 millones de personas en 59 países están gravemente afectadas por la inseguridad alimentaria aguda.

Estos números revelan una tendencia preocupante: por quinto año consecutivo, el número de personas que sufren hambre en el mundo está aumentando. Esta situación exige una acción urgente para alcanzar el objetivo de erradicar la inseguridad alimentaria aguda para el año 2030. Las regiones afectadas por conflictos, como la Franja de Gaza y Sudán, ven empeorar su crisis alimentaria hasta alcanzar niveles críticos.

La seguridad alimentaria se basa en cuatro pilares según la FAO: la disponibilidad física de los alimentos, el acceso económico y físico a los mismos, su utilización adecuada y la estabilidad en el tiempo de estas tres dimensiones. Para lograr estos objetivos, estos cuatro factores deben ser garantizados simultáneamente.

Las regiones más afectadas por la inseguridad alimentaria y la desnutrición se encuentran principalmente en África subsahariana y en parte de Asia. África subsahariana cuenta con un gran número de personas en situación de inseguridad alimentaria, mientras que Asia, especialmente países como India, se ve afectada por un gran porcentaje de personas en inseguridad alimentaria en términos absolutos.

El ‘Informe global sobre crisis alimentarias 2023’, publicado por la Red mundial contra las crisis alimentarias, revela que al menos 258 millones de personas estaban en situación de crisis alimentaria en 2022. Esto representa un aumento de 65 millones de personas respecto a los niveles de 2021.

La comunidad internacional debería tomar medidas urgentes y coordinadas para hacer frente a esta crisis humanitaria. Esto implica proporcionar asistencia alimentaria y de subsistencia a las personas más afectadas y trabajar para abordar las causas subyacentes del hambre, como los conflictos.

La crisis actual no es un fenómeno nuevo, sino más bien el resultado de un sistema agroalimentario basado en asimetrías exacerbadas por la inestabilidad del contexto internacional. Para muchos países en desarrollo, la seguridad alimentaria se ha convertido en sinónimo de una dependencia creciente de las importaciones alimentarias, lo que aumenta su vulnerabilidad no solo en términos de disponibilidad alimentaria, sino también en términos de equilibrio ecológico y financiero.

Ante esta situación crítica, los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil deberían cooperar de manera concertada para implementar políticas y acciones destinadas a garantizar la seguridad alimentaria sostenible para todos. El futuro de millones de personas depende de nuestra capacidad para actuar ahora.