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Siempre que se habla de los visitantes ilustres que ha tenido nuestra isla, se suele hacer referencia a Winston Churchill, quien viajó por vez primera a Mallorca el 12 de diciembre de 1935, a bordo del barco ‘Ciudad de Palma’. Le acompañaban su esposa, Clementine, y su secretario personal. Churchill se hospedó en el Hotel Formentor y se dedicó a pintar y a escribir, dos de sus grandes pasiones. En aquellas fechas, los diarios isleños se referían a Churchill simplemente como el «exministro conservador» inglés y le consideraban definitivamente alejado del primer plano de la actualidad política de su país. De hecho, en el fondo le veían como una persona que se encontraba mucho más cerca de la jubilación que de cualquier otra cosa. Por otra parte, en aquellos días de mediados de diciembre de 1935, nuestros abuelos o nuestros padres se preparaban ya para celebrar las inminentes fiestas navideñas, sin saber o intuir siquiera que serían las últimas que los españoles viviríamos en paz y en democracia hasta casi cuatro décadas después. Del mismo modo, Churchill tampoco sabía durante su estancia en Mallorca que apenas cinco años después el destino del mundo iba a depender en buena medida de él, de su gobierno y de la heroica resistencia del pueblo británico ante la barbarie nazi. Ha pasado ya mucho tiempo desde entonces, pero hoy, como ayer, seguimos desconociendo qué nos deparará a todos el futuro más próximo, a pesar de las continuas cábalas y teorías que hacemos cada día sobre el posible destino inmediato de Mallorca, del resto de España o del mundo.