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Viene a ser uno de los grandes misterios de la humanidad todavía por resolver, esa zona tiene algo de territorio inexpugnable y, en otra época, llegar hasta ella y contar lo que allí se ve hubiera sido comparable a la aventura de Colón o Magallanes. Y hasta es posible que, en esta época, solo quede recurrir la inteligencia artificial -pues la humana parece insuficiente- para desentrañar ese misterio y abrir esa puerta a lo desconocido. Me estoy refiriendo a la (y permítaseme la utilización de mayúsculas como si al nombrarla sonase música épica) Parte de Atrás del Autobús. La Parte de Atrás del Autobús es esa zona envuelta en la leyenda, que aparentemente existe pero que no todo el mundo conoce, esa zona tan cargada de misterios y en la que hallaríamos las respuestas que buscamos. Un poco, como la cara oculta de la Luna o la zona prohibida del Planeta de los simios. Por lo que sea, y existen abundantes testimonios al respecto, subir a un vehículo de la red pública de transporte de ciudades como Palma provoca hechos, de difícil explicación y que parecen producto de algún psicotrópico: pierdes la noción del espacio, imaginas que una parte de este ha desaparecido y, aunque hayas entrado a un autobús articulado y con hasta cuatro puertas laterales, algo te lleva a percibirlo como uno mucho más pequeño, de esos de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Por lo que sea, y nada más subir, algo te sujeta y obliga a quedarte cerca de quien conduce. Y si avanzas, solo lo haces hasta la primera puerta como si te fueras a bajar en la parada siguiente de la que has subido. Has perdido la noción del espacio y tienes la sensación de que una parte no existe, no ves al resto de gente que, como tú, se ha quedado ahí atascada y eso crea la apariencia de que el bus va lleno. Y no sabes que, ahí al fondo, está vacía, y como territorio a conquistar, la Parte de Atrás del Autobús.