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Se dice que el factor clave que permitió inclinar la balanza en favor de Armengol como presidenta del Congreso fue su ‘armonía’ con el independentismo catalán, principalmente con ERC; era una candidatura que podía seducirles, como así ocurrió.

Una vez que el resultado en las elecciones vascas permite el apoyo tanto del PNV como de Bildu para deshacerse de la inquera si Sánchez lo necesita, como cortafuegos del ‘caso Koldo’, toca el turno de ver cómo le puede afectar las elecciones catalanas.

Sánchez ha demostrado que no tiene estrategia de equipo -su partido-; su objetivo es él y sólo él, y, si tiene que prescindir de Armengol, lo hará. Pero tiene que poder.

Los resultados de las elecciones a nivel autonómico que le interesan son aquellos que le permitan seguir utilizando el Falcon, y Cataluña no es diferente. Por todo ello, lo que más le conviene a Sánchez -y puede que no a Francina- es la victoria de Illa, sí, pero sin alcanzar una suma con los ‘Comunes’ para gobernar. Su escenario de estabilidad en Madrid requiere una victoria de Puigdemont sobre ERC de Aragonès y Junqueras, que fuercen a estos últimos a apoyarle como president, y que, junto con la CUP o sin ella, se mantenga un gobierno de corte independentista, que no afectaría a la presidencia del socialista, posibilitando el cambio de la mallorquina.

Cualquier otro escenario exportaría interinidad a Sánchez. Un gobierno PSC-ERC-Comuns se traduciría en un cambio de estrategia en Madrid para los de Junts, dejando sin mayoría ‘progresista’ al gobierno de Sánchez, eso sí, alejando el cese en la presidencia de la Cámara. Pero Pedro ‘el mártir’ no podría permitirlo, maniobrando en la sombra con todos sus resortes del poder para que no fuese viable un gobierno de izquierdas.

Se puede obviar el análisis de una alternativa no independentista, con el voto al PSC como primera opción, como sucedió con Ciutadans en su momento, inspirándose en la fórmula del Ajuntament de Barcelona. A Sánchez no le conviene, aunque en las pasadas elecciones generales de 2023 el resultado de las fuerzas independentistas fue de derrota total, sumando menos de un millón de votos, mientras los partidos sin agenda soberanista rozaron los dos millones y medio de apoyo ciudadano. Vamos, un referéndum perdido en toda regla.

Pero Sánchez le ha hecho una gran campaña a Puigdemont desde entonces para que se imponga en el bloque con esa agenda; blanqueándolo: de la responsabilidad del intento de desestabilización de una parte de la Unión Europea -contactando con la Rusia de Putin- y de la cobertura política de la violencia verbal y no verbal acontecida en Cataluña con la amnistía; y con su calificación -por parte del presidente socialista- de opción ‘progresista’ a los herederos del pujolismo.

Además, el ‘ruido’ de Madrid sobre la amnistía, electoralmente favorable a los populares fuera de Cataluña, reduce el potencial de crecimiento del efecto Feijóo en dicho territorio, como sí pasó en nuestras Illes hace un año.

Si bien hay un escenario de arenas movedizas para Sánchez: que el independentismo requiera sumar con Aliança Catalana para investir a Puigdemont. ¿Sería entonces su candidata Orriols ‘progresista’ también?