Por los caminos de Palestina un peregrino va, buscando una razón para vivir y una razón para morir. Se para delante de una cruz, reflexiona y descubre que la razón privilegiada para vivir y para morir es amar al estilo de Jesús. El peregrino siguió caminando y pensaba: amar es dar y darse, porque la vida tiene sentido cuando se da generosamente. Todo esto y muchas más cosas se me ocurrieron durante aquel famoso viaje a Tierra Santa que tanto me hizo soñar… Después de 62 años, tomando contacto con la realidad de cada día aquel peregrino antiguo descubre que el querer ser ‘profeta’ entre los suyos no resulta fácil. Me ayudaron mucho las palabras de nuestro obispo D. Sebastián: «No resulta fácil ser coherente cuando ni los más próximos aceptan que manifestemos que somos creyentes o que estamos comprometidos con la Iglesia». Personalmente, a veces he oído esta frase tan dura: os aprecio porque sois hermano de mi padre, no porque sois sacerdote. Es un consuelo pensar que Jesús tampoco lo tuvo fácil con sus parientes. Al sentirme incomprendido y rechazado mi única respuesta ha de ser: evangelizar y perdonar que es lo mismo que amar…
Peregrino en Tierra Santa ensangrentada
Palma19/04/24 0:30
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