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Que un país elija presidente a un personaje como el ultraderechista Javier Milei, conocido como ‘el loco’, es significativo, pero que lo haga con la mayoría con la que lo ha hecho, más de catorce millones de votos, es alarmante. ¿Qué puede haber empujado a un país a elegir como presidente a un economista populista sin experiencia en política que hace campaña con una motosierra? ¿Qué ha movido a más de catorce millones de personas a votar a un individuo que promete recortes sociales, dolarizar la economía, privatizar todo lo privatizable y bajar los impuestos? ¿Qué empuja a un pueblo a elegir a quien quiere reducir subsidios y pensiones, cerrar el banco central, legalizar la venta de órganos humanos y permitir la tenencia de armas? ¡Es el programa ideal para los millonarios!
Sin duda el hartazgo y la desesperación están detrás del triunfo de Milei. Un país con una inflación desbocada desde hace años y que supera el 140 % es un país que no ve salida en los políticos ‘tradicionales’, un país dispuesto a dejarse engañar por promesas de «volver a ser una potencia mundial». Sin duda esos dos factores están empujando a muchos de los millones de argentinos que le han votado a elegir una apuesta tan arriesgada como descerebrada, pero no son los únicos. El hartazgo y la desesperación conducen al más importante, el «que se jodan», a acabar con un sistema que no ha resuelto los problemas de los ciudadanos. No les importa que los jodidos, al final, sean ellos mismos. Pasó en EEUU con Trump y en Brasil con Bolsonaro. Eso explica que a este tipo de políticos ultraliberales y fascistas los voten viejos y jóvenes, pobres y ricos, blancos y negros. Es grave que el ‘loco Milei’ se defina a sí mismo como anarcocapitalista. Lo de anarco porque quiere reducir el papel del Estado al mínimo y lo de capitalista porque quiere un mercado desregulado donde quien tenga dinero pueda ganar más y quien no lo tenga que se apañe como quiera, pero sin que les cueste un peso a los demás. ¡Qué muestra tan supina de ignorancia! El anarquismo defiende que no haya Gobierno ni, por supuesto, propiedad privada. Es el orden más puro al que puede aspirar una sociedad, que se gobierne a sí misma, que nadie explote a nadie, que todo sea de todos. Nada más lejos de lo que plantea Milei. Por desgracia la ignorancia es un mal generalizado que ataca a una gran parte de la humanidad que, individualizada, aterrorizada y carente de valores y referentes, ha perdido la visión de la realidad. Y ya se sabe, en un mundo de ciegos, el tuerto es rey.