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Asia (Ruthy Pribar, 2020) es un emotivo filme sobre el amor de madre e hija. El prestigioso genetista Lluís Quintana-Murci decía en una reciente conferencia en Palma, que todos somos mestizos, que todos procedemos de África. Solo hay una raza y todos somos familia. Pero parece que necesitamos que suceda un grave drama (en el caso de Asia, la enfermedad de su hija) para pensar más en el amor y menos en los egoísmos. El título de la película me recordó la geopolítica de Asia. Ahora el interés se traslada a la zona indo-asiática. La reunión del G20 ha tenido lugar en Delhi, y el Foro Económico del Este en Vladivostok. También en Asia, los EUA mueven los hilos en pos de su particular mundo unipolar. A la par que han rodeado el mar de la China de bases militares, han promovido la guerra comercial. El negocio internacional se rige por los acuerdos de libre mercado de la Organización Mundial del Comercio. Solo se permiten excepciones con arreglo a condiciones estrictas (por ejemplo comercio desleal), pues se sigue el principio básico de un mercado sin discriminaciones. Ignorando esas normas, las administraciones de Trump y Biden han bloqueado a China el acceso al mercado de semiconductores, confiados en que eso hundiría al país asiático. Como resultado, China ha desarrollado su fabricación propia, y Huawei ha lanzado el teléfono inteligente Mate 60 Pro, con unas prestaciones prácticamente similares a los IPhone. La consecuencia es que la empresa ASML, de sus ‘aliados’ neerlandeses, que tenía 5/6 de las ventas de la costosísima maquinaria de fotolitografía para semiconductores, tiene ahora un duro competidor. La propia presidenta de la Comisión Europea Von der Leyen señaló que el desarrollo verde del futuro depende de materias primas como las tierras raras o el litio, imprescindible para las placas solares, vehículos eléctricos, etc., cuya producción principal se encuentra en China. Por eso, lo lógico hubiera sido una colaboración comercial mutuamente beneficiosa y que se extendiera a terceros países. La siguiente zancadilla de EUA es desactivar el grupo BRICS, y frenar la posible emisión de su moneda, golpe mortal al dólar. En este sentido, Biden parece haber cosechado cierto éxito. Ha logrado cierto cambio de posición de Arabia Saudita, y sobre todo de la India (que se llamará Bharat), temerosa de la competencia china. En búsqueda de aliados, visitó Vietnam que tiene también algún contencioso con China. La población vietnamita parece haber olvidado el golpe de Estado promovido por la CIA (1963) y la guerra que siguió, con más de dos millones de víctimas civiles. Las violaciones, los collares con las orejas de los torturados, la operación Babylift que evacuó a más de 2.500 niños –más tarde se supo que muchos tenían padres– y la guerra química con napalm, inmortalizada en la fotografía de la niña quemada de Nick Ut. El teniente general (r) Gan Pampols dijo en este periódico que el principal ganador de la guerra en Ucrania es EUA, que refuerza su posición internacional, cierra nuevas alianzas y vende más tecnología, petróleo y gas natural. Los EUA miran ahora a Asia, esperemos que no sea para vender más a costa de otra guerra.