Llega el día de la jubilación, son las tres y te despiden con palmadita en la espalda. Comes, echas la siesta y al rato te despiertas en estado de jubilación. Y te programas para tu nuevo estado. Te dedicas, primero, a las desvinculaciones: 1) desenchufas para siempre el despertador; 2) depones de su trono a la reina doña agenda; 3) pones en silencio todos los pitidos del móvil; 4) desconectas los valores de eficacia y trasiego prefiriendo los de disfrute y sosiego; 5) desligas méritos de famas y errores de culpas.
Luego, te dedicas a las sustituciones: 1) sustituyes la diaria entrada a tu oficina gris de trabajo por la entrada al parque verde de tu barrio; 2) sustituyes la pequeña libertad de viajar por aire o por mar por la superior libertad de no salir de viaje y dormitar en la hamaca de tu corral; 3) sustituyes el salir de casa con las máscaras obligadas por salir con solo tu rostro real; 4) sustituyes pisar las calles contra reloj por pasearlas sin reloj; 5) sustituyes la cantinela ‘el mundo está fatal’ por la de ‘la vida es bella’.
Breve guía del novel jubilado
Palma06/02/23 0:29
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