El litoral español vuelve a situarse bajo el escrutinio público tras la publicación del informe anual Banderas Negras 2025. Este análisis detalla las incidencias más preocupantes en las costas del país, destacando que la bahía de Portmany, en Ibiza, y Fornells, en Menorca, han sido señaladas por sus graves problemas de contaminación y gestión ambiental. Ambos enclaves, considerados icónicos del turismo balear, vuelven hoy al centro del debate ecológico nacional tras recibir sendos distintivos negativos debido a deficiencias persistentes que afectan tanto a moradores como visitantes.
En las últimas décadas, la bahía de Portmany, epicentro turístico del municipio de Sant Antoni, ha experimentado un crecimiento demográfico muy superior a la media. De hecho, según los datos del informe, la población se ha duplicado en los últimos veinticinco años, y las previsiones para la temporada alta todavía son inciertas debido a un control insuficiente del flujo de turistas y residentes temporales.
Esta expansión ha dejado en evidencia infraestructuras clave como la red de saneamiento y las depuradoras. El sistema, claramente infradimensionado, enfrenta episodios recurrentes de vertidos de aguas residuales: aproximadamente el 80% de los efluentes tratados se liberan a través de un emisario submarino de 1.400 metros cuyo ciclo de vida está prácticamente agotado. Especial preocupación generan las lluvias torrenciales, que saturan el sistema permitiendo la llegada al mar de aguas no tratadas, lo que compromete la calidad de baño y la seguridad sanitaria.
La respuesta municipal ha sido insuficiente, ya que ante incidentes de vertido no suele actuarse con la prevención debida, manteniendo abiertas las playas, lo que aumenta el riesgo de infecciones o problemas de salud en bañistas. Reclaman voces expertas no sólo una renovación urgente de las infraestructuras, sino además una actualización de la capacidad de depuración acorde con la población actual y proyectada, teniendo en cuenta la —hasta ahora no calculada— presión sobre el entorno.
Fornells: ecosistema único en peligro por ampliaciones de puertos y presión náutica
Al noreste de Menorca, la bahía de Fornells sobresale por su singularidad, tanto en términos de hábitat como de biodiversidad. Se trata de una ensenada resguardada, de aguas poco profundas que albergan valiosísimas praderas de Posidonia oceanica y especies endémicas como la Cystoseira barbata o la Cymodocea nodosa. No obstante, esta riqueza ecológica se encuentra amenazada por modificaciones recientes, especialmente la ampliación del puerto y la instalación de nuevos pantalanes móviles.
Según denuncia el informe, la infraestructura portuaria ha alterado la dinámica costera y las corrientes, introduciendo nuevas fuentes de contaminación difusa y afectando negativamente la regeneración natural. Además, la proliferación de amarres ilegales y un control insuficiente sobre los fondeos recreativos —especialmente en horario nocturno— multiplican los impactos en este delicado ecosistema.
Las autoridades responsables, entre ellas Ports IB y la Demarcación de Costas, tampoco han finalizado todas las medidas compensatorias exigidas, como el correcto balizamiento de zonas de bajo calado y la instalación sistemática de boyas ecológicas para regular el fondeo. A criterio de expertos y ecologistas, la gestión actual resulta claramente mejorable y debería priorizar la protección medioambiental sobre intereses económicos o de ocio náutico a corto plazo.
El fenómeno de las 'banderas negras' en España: causas principales y tendencia
El informe nacional revela que, de las 48 'banderas negras' adjudicadas este año, los motivos más repetidos son la ocupación intensiva del dominio marítimo-terrestre y los problemas de saneamiento, depuración y vertidos. La mayoría de provincias españolas cuentan con dos playas señaladas: una por contaminación y otra por mala gestión, subrayando el carácter sistémico de estas carencias.
La afectación va más allá del meramente ambiental. Se daña la biodiversidad marina, se generan riesgos sanitarios y se pone en entredicho la imagen internacional de los destinos, lo que podría repercutir, a medio plazo, hasta en el tejido económico local. El documento también llama la atención sobre la necesidad de mayor transparencia en la información oficial, mayor rigor en la ejecución de medidas compensatorias y la urgencia de un cambio de paradigma que priorice sostenibilidad y equilibrio a largo plazo. Las soluciones propuestas no se limitan a la mejora física de infraestructuras, sino a una revisión profunda de la capacidad de carga, los límites urbanísticos y la priorización de la protección medioambiental como elemento central del desarrollo costero.
La difusión de este informe ha provocado una oleada de reacciones entre residentes, asociaciones locales y agentes turísticos, especialmente en los municipios afectados. Los colectivos ecologistas insisten en que los problemas no son nuevos, pero la reiteración de episodios críticos pone de manifiesto la necesidad de pasar de la denuncia a la acción concreta, con inversiones y planes de gestión efectivos.
Por su parte, representantes políticos y empresariales reconocen las dificultades, aunque argumentan que existe voluntad de mejora y planes en curso, aunque estos —según los críticos— avanzan a ritmos lentos y sin la urgencia que reclama la situación ambiental.
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