El bullying es un auténtico infierno para los niños que lo padecen. | @ gpointstudio

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El bullying es una de las principales preocupaciones que actualmente sufren las familias. El caso de Izan, el niño de Lloseta, ha servido para recordar que este tema sigue siendo un problema muy grave. La coach personal y de salud, Marga Almarcha, expone que «los insultos, los motes, las burlas son el tipo de bullying que está más patente entre el alumnado, quizá porque en un primer momento este tipo se podía excusar bajo el abanico del 'son cosas de niños' o porque en algún momento a los adultos nos ha podido salir un improperio sin querer, porque se ha normalizado ciertas formas de relacionarse o porque realmente cuesta asumir que nuestros hijos sean capaces de causar daño emocional o físico a otra persona».

Almarcha precisa que «también hay otro tipo de bullying como el bloqueo social, el hostigamiento, la manipulación social, la coacción y coerción, el ciberacoso y, por último, la forma más visible, la violencia que está cohabitando en las aulas y entre nuestros hijos. Desgraciadamente, la cosa se ha ido de las manos en el momento en que una niña de 10 años se intenta suicidar el segundo día de clase por el bullying al que estaba siendo sometida por una parte de sus compañeros. Cuando se leen estas noticias, nos podemos hacer una idea de la magnitud del problema y de la necesidad de ser conscientes de la gran responsabilidad que tenemos entre las manos, habida cuenta del efecto devastador que todo ello tiene sobre la salud emocional y física de la víctima y de la familia que se puede sentir impotente en estas situaciones al ver que no se sienten escuchados por el sistema».

La coach precisa que «la escuela, ese lugar seguro del que muchos estudiantes disfrutan, se puede convertir para otros en un escenario donde el abusador/es someta a su víctima o víctimas ante la atenta mirada o desviada mirada de las personas que tienen alrededor. Lo que provoca a su vez que la víctima sufra una doble violencia: la generada por su acosador y la de ser ignorada por las diferentes personas que prefieren no tomar partido desde el primer momento en el que pueden percibir que algo está pasando. Esta última situación, no es más que una violencia invisible, la cual está tan normalizada que en muchos casos ya ni nos causa sorpresa».

Por ello, destaca que «es tan importante detectar a tiempo cualquier indicio de que una persona esté generando daño en otra. Esto pasa por que el profesorado conozca bien a los niños, se fije en sus cambios de humor, de la forma de relacionarse…y, a partir de ahí, a la mínima señal de alarma tome partido sin excusas. Igual en casa, mantenerse con ojos de explorador para que los cambios no nos pasen por alto, también ayudaría el hecho de que entre tutores y padres existiera un diálogo fluido y honesto donde poder sostener y acoger el proceso con la firme intención de dar solución en cada caso».

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¿Cómo podemos prevenir el bullying?

La primera de las cosas que podemos hacer es dar ejemplo. «No podemos pedir que nuestros hijos no insulten cuando nos escuchan a nosotros insultar o hablar mal de otras personas. Tenemos que ser muy cuidadosos con este tipo de acciones ya que, aunque se haya normalizado, es violencia; somos su ejemplo y ellos copiarán lo que vean en casa por lo que es momento de ser conscientes del ejemplo que queremos dar y de los valores que con ello transmitimos».

Almarcha propone que «para romper la espiral de violencia tenemos que asumir la responsabilidad de elegir educar en la 'no violencia' y, para ello es importante que nos demos cuenta y seamos honestos de la forma en la que nos relacionamos y nos comunicamos con nuestros hijos y con otras personas; dar un paso al frente y pasar a la acción para generar ese cambio tan necesario de la sociedad actual en la que vivimos». «Como este ejemplo seguramente podemos encontrar millones, sobre todo porque ya no nos extraña que una persona insulte a otra, hable mal a sus espaldas, cuente sus intimidades sin su permiso…s in ver que lo que estamos generando es violencia invisible».

La coach explica que «si queremos evitar cualquier tipo de acoso, la mejor prevención será observarme a mí asumiendo que en muchas ocasiones no estoy eligiendo la 'no violencia' para comunicarme». «Dejemos de tapar y normalizar comportamientos de otros adultos cuando vemos que pueden afectar a la autoestima de nuestros hijos, dejemos de normalizar que un entrenador grite e insulte a los niños porque piense que así los está motivando, dejemos de tapar cuando un profesordice a un alumno cualquier comentario descalificativo, dejemos como padres de asumir que 'mi hijo es imposible que haga eso'… Veamos la realidad como es, aunque duela, solo así podremos ponernos manos a la obra y empezar a construir una sociedad más respetuosa».

Una de las claves para prevenir el bullying es «empezar este trabajo en casa, aprendiendo a poner límites para cuidarnos y enseñando a nuestros hijos a que los pongan, cambiando la forma en la que nos comunicamos, escuchando más a nuestros hijos, siendo más empáticos con ellos y con nosotros mismos». «Sigamos en las escuelas, en los institutos, en las escuelas deportivas… escuchemos, no minimicemos, no ridiculicemos. ¿Dónde se ha visto que para motivar a los jugadores hay que hacerlos sentir mal? Revisa realmente cómo te quieres relacionar con ellos y no te olvides de que su cerebro todavía no tiene la madurez suficiente para racionalizar el mensaje y que todo lo que le digas puede causar un efecto en su autoestima».

La coach concluye que «cada vez más parece que el año empieza en septiembre, quizá sería un buen momento para proponerte la 'no violencia' como nueva asignatura para que cuando llegue junio el bullying haya dejado de ser la asignatura pendiente».