Se produce cuando los tejidos que rodean el nervio tibial se inflaman y lo comprimen, causando un intenso dolor.

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Dolor, ardor y hormigueo al caminar o estar de pie. Estos son los síntomas más frecuentes que sienten los pacientes con el conocido como síndrome del túnel tarsiano o del túnel del tarso, generalmente en el pie o en el tobillo.

Esta afección se define como una «neuropatía compresiva del nervio tibial posterior o de una de sus ramas» en el canal tarsiano, según explica el doctor Villanueva de la clínica Avanfi, especializada en este tipo de patologías. Este nervio pasa a través del túnel del tarso, que se encuentra localizado cerca del talón y de la planta del pie, y cuando los tejidos que lo rodean se inflaman pueden llegar a comprimir el nervio y generar un intenso dolor.

Uno de los síntomas que experimenta el paciente es «un dolor quemante» que aumenta al caminar o al permanecer parado durante un tiempo prolongado y que tiende a mejorar en reposo y sin calzado. Suele localizarse alrededor del tobillo, aunque en ocasiones se extiende hasta los dedos de los pies y «más del 40% de los casos presentan dolor nocturno».

Además, en situaciones graves «las parestesias se pueden irradiar a los gemelos», añade el experto. Por otro lado, otros signos de alarma clínicos que se pueden encontrar en los casos más avanzados son «la debilidad de la musculatura intrínseca y la atrofia».

En muchos casos, en torno a un 20 o 40%, no es posible esclarecer la causa específica de la aparición del síndrome del túnel tarsiano, pero en el resto de pacientes sí se puede establecer y un gran porcentaje de casos se deben a lesiones traumáticas o inflamatorias, como esguinces o fracturas.

No obstante, como explican en MSD Manuals, otros trastornos que pueden originar su aparición o que contribuyen a su desarrollo pueden ser «la hinchazón de los tobillos por insuficiencia cardíaca o insuficiencia renal y el hipotiroidismo». Asimismo, afecciones como la gota o la artritis reumatoide «causan inflamación en las articulaciones».

En primer lugar, el tratamiento de este síndrome tiene que ir orientado a la raíz del problema, esto es, a las fracturas, tumores benignos o varices, entre otras. En este sentido, si se sospecha de un proceso inflamatorio local los expertos pueden utilizar «fármacos antiinflamatorios, infiltraciones locales con corticoides, colágeno, plasma rico en factores de crecimiento, suero autólogo condicionado, fisioterapia y ortesis de descanso», añaden desde la clínica Avanfi.

Si existe deformidad en el pie una alternativa de tratamiento podría ser el uso de «ortesis correctoras del arco longitudinal medial del pie y del talo valgo», que disminuyen la tensión del nervio tibial posterior. No obstante, cuando los tratamientos no reducen el dolor puede ser necesaria la cirugía. "La liberación quirúrgica incluye la apertura del retináculo flexor sin cierre posterior del mismo, apertura de la fascia sobre el aductor del primer dedo y exoneurolísis del nervio tibial posterior y de sus ramas en todo su recorrido», detallan.

Cabe destacar que existen técnicas «mínimamente invasivas con apertura endoscópica del túnel» para pacientes en los que no se puede identificar una causa específica de la comprensión del nervio.