Descubriendo los misterios del Argar y sus enigmáticas mujeres en plena Edad del Bronce

Hallazgos en La Almoloya revelan nuevos detalles sobre una de las más fascinantes culturas de toda la Antigüedad en la Península Ibérica

La princesa del Argar, cuyos restos fueron hallados en la tumba principesca de La Almoloya, es una figura fascinante que ha contribuido a desentrañar algunos de los misterios de esta enigmática cultura de la Edad del Bronce en la Península Ibérica. | Foto: JUAN GARCÍA

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Una tumba principesca descubierta en el yacimiento de La Almoloya, en Murcia, España, ha revelado nuevos detalles sobre la enigmática cultura argárica de la Edad del Bronce en la Península Ibérica. El ajuar funerario hallado junto a los restos de una princesa y su compañero, posiblemente los príncipes de La Almoloya, arroja luz sobre el papel preponderante de las mujeres en esta sociedad y se considera uno de los principales exponentes de esta época de nuestra historia antigua en particular.

El Argar fue una cultura que se desarrolló en el sureste de la Península Ibérica durante la Edad del Bronce, entre los años 2.200 y 1.550 a.C. Se conocía desde hace décadas, aunque los mayores avances en este yacimiento en particular se iniciaron en el año 2013, por parte del equipo liderado por Vicente Lull, experto y reconocido investigador de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Él y sus colegas caracterizaron a esta cultura por su organización social jerárquica, su metalurgia avanzada y sus prácticas funerarias distintivas, que incluían enterramientos en urnas cerámicas o cistas de piedra.

Los hallazgos realizados en yacimientos como La Almoloya han permitido a los arqueólogos e historiadores profundizar en el conocimiento de esta enigmática cultura, arrojando luz sobre aspectos como la estratificación social, las relaciones de género y las conexiones con otras civilizaciones contemporáneas del Mediterráneo.

En él resalta una tumba, que contenía los esqueletos de una mujer de entre 25 y 27 años y un hombre de entre 35 y 40 años. El hombre, un guerrero fornido con una antigua cicatriz en el rostro, yacía sobre su costado izquierdo, mientras que la mujer fue depositada sobre sus piernas, recostada sobre la espalda con las extremidades inferiores flexionadas y la cara apoyada en la frente del hombre.

La disposición de los restos sugiere que ambos fueron enterrados en la misma ceremonia o con escasa diferencia de tiempo. Pero hay más. Estudios de ADN han revelado que la pareja no estaba emparentada por consanguinidad y que tuvieron al menos una hija en común, enterrada bajo el suelo de un edificio cercano. Aunque no se puede determinar con certeza si la niña sobrevivió a sus padres o viceversa, este hallazgo refuerza la idea de que formaban una familia de la élite argárica.

El ajuar funerario

El ajuar que acompañaba a la Princesa de La Almoloya es considerado uno de los tesoros más importantes de la Edad del Bronce en Europa y el más rico encontrado en una tumba argárica hasta la fecha. Este descubrimiento, junto con las asociaciones realizadas por los investigadores, ha contribuido a afianzar la creencia de que las mujeres de El Argar desempeñaban un papel destacado en su sociedad.

Entre los objetos hallados se encuentran joyas elaboradas en plata, cobre y oro, así como recipientes cerámicos y otros elementos de prestigio. La riqueza y variedad del ajuar funerario reflejan el alto estatus social de la pareja enterrada en este espacio de honor.

La Princesa Tejedora

Los huesos de la princesa muestran signos de haber realizado un trabajo constante que requería estar sentada y usar el brazo derecho, probablemente relacionado con la costura o el tejido. A pesar de su posición privilegiada, esta actividad era considerada propia de las mujeres en la sociedad argárica, lo que nos recuerda a la figura mitológica de Penélope afanada en su telar.

Además, la princesa padecía una infección en la pleura que dejó huella en sus costillas, lo que pudo haber sido la causa de su muerte. Este dato, junto con la disposición de los cuerpos en la tumba, sugiere que su fallecimiento ocurrió poco después del de su compañero.

Un Príncipe Guerrero

Por su parte, el hombre enterrado junto a la princesa era un guerrero fuerte y musculoso, a pesar de su estatura relativamente pequeña (alrededor de 1,65 metros). Su rostro estaba marcado por una gran cicatriz, probablemente resultado de un combate durante su juventud. Los investigadores también han determinado que estaba acostumbrado a montar a caballo, lo que refuerza su imagen como un guerrero destacado de la élite argárica.

Este descubrimiento se suma a otros hallazgos relevantes realizados en yacimientos argáricos, como los de El Oficio, El Argar y Fuente Álamo, que han ido revelando detalles sobre la vida cotidiana, las prácticas funerarias y la metalurgia avanzada de esta cultura. A medida que se realizan nuevas excavaciones y se aplican técnicas de análisis más sofisticadas, se espera que se puedan desentrañar más secretos sobre la fascinante civilización de El Argar y su influencia en el desarrollo de las sociedades posteriores de la Península Ibérica.