Un enigmático pasajero en Mahón y un tabernero de origen insular en el asesinato de Abraham Lincoln

Un tal Peter Taltavull sirvió a John Wilkes Booth un whisky justo antes de perpetrar el magnicidio del decimosexto presidente de los Estados Unidos en el Teatro Ford de Washington

El recordado decimosexto presidente de los EEUU | Foto: Redacción Local

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El 3 de enero de 1867, el periódico El Menorquín publicaba una noticia que vincularía a las Baleares, y en concreto Menorca, con uno de los sucesos más trascendentales y configuradores de la historia de Estados Unidos: el asesinato del presidente Abraham Lincoln. Pero lo cierto es que esta no es la única conexión del recordado magnicidio con nuestras Islas. Aquel día, el vapor de guerra norteamericano USS Swatara arribó al puerto de Mahón con un pasajero muy particular a bordo, John H. Surratt, detenido por su complicidad en el asesinato.

El capitán del barco, William Nicholson Jeffers, no ocultó su satisfacción al tener bajo custodia a Surratt, un escurridizo fugitivo: «Que le aprieten el gaznate y no volverá a escapar… que es buen pájaro y no miento, ese pícaro Surratt», declaró. A la luz de su vida y milagros, las palabras del capitán de navío se quedaron harto cortas.

La conexión menorquina en la captura

Pero, ¿cómo llegó este «pájaro» a pisar suelo menorquín? La historia se remonta al 12 de diciembre de 1866, cuando zarpaba de Mahón la fragata USS Colorado, perteneciente a la escuadra del Mediterráneo y comandada por el almirante L.M. Goldsborough. En plena travesía, el Gobierno norteamericano le comunicó por telégrafo que Surratt había sido detenido en Alejandría, Egipto. De inmediato, Goldsborough envió al vapor Swatara para que lo condujera a Washington y fuera juzgado.

John Harrison Surratt, oriundo de Maryland, se desempeñó como espía para los Estados Confederados durante la guerra civil estadounidense. Al término del conflicto, se vio involucrado en un complot que inicialmente buscaba secuestrar al presidente Lincoln, pero que derivó en su asesinato la noche del 14 de abril de 1865, Viernes Santo, a manos de John Wilkes Booth. Aquí es donde precisamente entra la segunda fita balear en esta cuestión.

Y es que, por casualidades de la vida, Booth paró a tomarse un whisky en el Star Saloon, un establecimiento pegado al Teatro Ford donde acabó apretando el gatillo. Tras la barra no había nadie salvo el dueño, Peter Taltavull. El hostelero de innegable ascendencia menorquina presenció poco después cómo los médicos sacaban del teatro el cuerpo mortalmente herido de Lincoln, mientras el presidente, inconsciente, jadeaba. Uno de los guardias sugirió que debían llevar a Lincoln a la Casa Blanca, pero el doctor Charles Leale rechazó la idea de forma vehemente, alegando que moriría en el camino, ya que el accidentado viaje en carruaje empeoraría su condición.

El Star Saloon se consideró brevemente como lugar para llevar a Lincoln herido, pero Taltavull afirmó que sería una falta de respeto hacia el presidente si finalmente muriera en una taberna. Justo después de que Taltavull dijera esto, se ordenó su traslado a una cercana pensión donde fue acostado y atendido. Abraham Lincoln murió al día siguiente a causa de las heridas de bala, sin recuperar jamás la consciencia.

Tras el magnicidio, Taltavull testificó lo que sabía ante las autoridades. Por contra Surratt huyó a Canadá, convirtiéndose en el hombre más buscado de América, con una recompensa de 25.000 dólares por su cabeza. Desde Montreal, siguió de cerca el proceso judicial contra los ocho cómplices de Booth, entre los que se encontraba su propia madre, Mary Surratt, propietaria de la pensión donde se fraguó el plan.

Fuga de película por Europa

En septiembre de 1865, Surratt embarcó rumbo a Liverpool, iniciando una rocambolesca odisea por el viejo continente. El 9 de diciembre de ese año, logró infiltrarse en la Novena Compañía de Zuavos Pontificios del Papa Pio IX, bajo el alias de John Watson. Sin embargo, fue reconocido y delatado por un compañero, lo que llevó a su arresto el 7 de noviembre de 1866 en la cárcel de Velletri, en los Estados Pontificios.

Pero Surratt no se resignó a su suerte. Logró fugarse saltando por un barranco de unos 30 metros de profundidad y se internó en el Reino de Italia, haciéndose pasar por un ciudadano canadiense llamado Walters. Recorrió a pie 160 kilómetros en 10 días hasta conseguir un salvoconducto de los garibaldinos para embarcar en Nápoles con destino a Alejandría, con la intención de alcanzar Port Suez y partir hacia la India.

El telégrafo

Sin embargo, el 23 de noviembre de 1866, al llegar a Alejandría y durante la cuarentena, Surratt fue arrestado por funcionarios estadounidenses que aguardaban su llegada. Se convirtió así en el primer fugitivo capturado gracias al uso del telégrafo, pues la información ya viajaba más rápido que las personas.

La rocambolesca historia de John Surratt, desde su participación en el complot contra Lincoln hasta su captura en Egipto, pasando por su paso por Menorca, pone de manifiesto el alcance global que tuvo este suceso que conmocionó a Estados Unidos. El asesinato del presidente Abraham Lincoln, ocurrido el 14 de abril de 1865, fue el primer magnicidio de un mandatario estadounidense y marcó un antes y un después en la historia del país.

La guerra civil había concluido apenas unos días antes, y la nación se encontraba en pleno proceso de reconstrucción. En este contexto, el atentado contra Lincoln supuso un duro golpe para la unidad nacional y puso a prueba la fortaleza de las instituciones democráticas. La figura de Lincoln, decimosexto presidente de los Estados Unidos, se ha convertido en un icono dentro de la mentalidad estadounidense y más allá de sus fronteras. Su liderazgo durante la guerra civil, su lucha contra la esclavitud y su trágico final lo han elevado a la categoría de héroe nacional y mito.