Imagen aérea del islote de la Galera. | Amics de sa Galera

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Na Guardis es un islote que se alza de entre las aguas que bañan las playas del Dolç y el Carbó, en uno de los rincones más 'instagrameables' de Mallorca en verano, y de hecho en cualquier época del año. Muy próximo al puerto de la Colònia de Sant Jordi (ses Salines) y con perfecta panorámica por delante en días claros de las islas principales del archipiélago de Cabrera, esta pequeña porción de tierra rodeada de mar y posidonia sitúa el emplazamiento de un importante yacimiento arqueológico. Un yacimiento que cuenta mucho de la historia de Mallorca, y en concreto de sus raíces más profundas y ancestrales.

Los historiadores coinciden en señalar que el islote de na Guardis atesora una importante información de la época fenicia y la dominación romana de Mallorca. En la zona constan abundantes referencias talayóticas, con los cercanos yacimientos de na Moltona e Illot dels Frares. Uno de los investigadores que más valor aportó a este enclave señalado desde tiempos inmemoriales fue el ya fallecido doctor Víctor Guerrero Ayuso.

Profesor jubilado del área de Prehistòria del Departament de Ciències Històriques i Teoria de les Arts de la Universitat de les Illes Balears (UIB), Guerrero Ayuso participó en varias campañas de excavación en este punto de la costa de Mallorca, y con su trabajo se descubrió que na Guardis se utilizó como una factoría comercial de los púnicos de Ibiza. Su ubicación era ideal, muy cerca de las salinas de sa Vall, consideradas las segundas más antiguas del mundo y por tanto un punto de elevado interés económico y comercial.

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Las excavaciones y posteriores estudios de las evidencias halladas indicaron que, en principio, el sitio tuvo un uso logístico, como punto de apoyo de las transacciones comerciales sin estructuras estables desde el siglo VI a.C.; posteriormente sí se edificaron algunas estructuras en la cima del islote, a unos nueve metros sobre el nivel del mar.

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Los arqueólogos encontraron restos de una forja y otro habitáculo con utilidades probablemente de almacén y alojamiento, donde se recuperaron ánforas y vajilla de uso habitual. Constan dos habitaciones más y un muro defensivo junto al lugar donde las naves debían desembarcar en la reducida isla para hacer negocios con sus dueños. La actividad de na Guardis se abandonó a finales del siglo II a.C., poco después de la conquista romana de Mallorca (123-121 a.C.). No en vano, muchos historiadores coinciden en afirmar que el verdadero interés de Roma por Mallorca se resumía en poner palos en las ruedas del portentoso comercio marítimo fenicio, del cual na Guardis expresa un paradigma claro.​

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Trabajos de excavación en el islote de la Galera. Foto: Archivo UH.

Por su parte, el illot de la Galera mira de frente al Carnatge, en el corazón de la bahía de Palma, a escasa distancia del actual aeropuerto -y del importante poblado talayótico que sepultaron sus pistas- y a unos cinco kilómetros del centro de la capital balear. De hecho los runners y ciclistas toman hoy la zona, que es además frecuentada por vecinos y familias, así como amantes de los animales, al ser una de las playas adecuadas para perros de la capital balear. Más allá de su concepto moderno, la Galera constituye un perfecto receptáculo de toda la historia antigua de Mallorca, puesto que sus escasos doce mil metros cuadrados han sido salpicados por los ritos y actividades de los primeros pobladores de Mallorca hasta las épocas más recientes.

El yacimiento fue excavado hace ahora una década bajo la dirección de los arqueólogos Ramón Martín y Jorge Argüello y la restauradora Sílvia Jovani, quienes constataron que las estructuras principales son de época talayótica y púnica. Así, los investigadores han recabado desde escudillas y ollas del periodo calcolítico, a una cueva funeraria y más fragmentos de cerámica naviforme. También molins de mà, moldes de fundición y cerámica de época coetánea a los conocidos foners. Asimismo destacan los numerosos restos y estructuras púnicas, incluida alguna con posible uso sacro, así como diversas sepulturas indígenas de época romana y restos de cerámica y vidrio de la Edad Media, Moderna y Contemporánea, incluyendo tanto la dominación islámica como la Mallorca alumbrada a raíz de la conquista catalanoaragonesa.

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Can Balaguer acogió una muestra con varias piezas descubiertas en el 'illot' palmesano. Foto: Archivo UH.

Los arqueólogos creen que el primigenio interés por la Galera fue comercial, como también en el caso de su 'pariente' colonier, aunque pudo compartirlo con una finalidad sagrada contra la cual luchó Roma de forma activa, en especial tras concluir la Primera Guerra Púnica. Lo más probable es que los bloques para alzar el monumento religioso dedicado a las deidades púnicas se extrajeran del propio islote, y se cree que el templo pudo alcanzar más de cuatro metros de altura. Hay quien considera que su figura sería lo primero que se veía al llegar a Palma por mar; de ser así ejercería como una suerte de versión antigua del llamativo y vistoso edificio de Gesa.

Los trabajos han concluido que el templo de la Galera fue arrasado antes de desatarse la Segunda Guerra Púnica. Los pobladores de origen fenicio, lejos de abandonar su fe, lo reconstruyeron y ampliaron. Además, los investigadores han datado al menos dos destrucciones más en las acaballas del siglo III a.C., una de ellas por un incendio. La definitiva comportó el desmontaje completo de la estructura. Inasequibles al desaliento, los ebusitanos de Ibiza volvieron a construirlo en ese mismo emplazamiento. Allí permaneció en pie hasta los últimos días de Cartago. Los restos encontrados en la Galera y na Guardis muestran el interés del pueblo fenicio por Mallorca, un interés que a la postre jamás se materializaría con expansiones a gran escala, como sí hicieron en las grandes colonias conocidas de Tiro, Cádiz, o la propia Ibiza.