Sopes d’era

Menjar i beure

Hay múltiples variantes de nuestras conocidas ‘sopes mallorquines’ habituales en entornos rurales y urbanos

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Una de las tareas fundamentales de esta temporada era la trilla. Ahora su proceso es poco menos que simultáneo con la siega y la misma maquinaria segadora de mieses realiza esa tarea tras poco tiempo de hacer la primera. El cometido fundamental de esa actividad consiste en separar el grano de su espiga y triturar ésta para transformarla en paja. En otro tiempo fue una labor concreta que tenía lugar sobre el espacio específico llamado ‘era’. Se efectuaba con ayuda de caballerías, que arrastraban sobre las espigas, bien secas y oportunamente extendidas, un rodillo troncocónico y dentado, conocido como carretó de batre, antiguamente de piedra y más adelante metálico.

Era una labor que acostumbraba a durar entre tres y cuatro semanas, aunque si la añada era buena podía prolongarse más, si bien la costumbre requería que estuviera terminada para la fiesta de Sant Jaume. Como casi todas las labores rurales tenía su plato propio y característico, aunque esto no implica que fuera exclusivo. En este caso se trata de una de las múltiples variantes de nuestras conocidas sopes mallorquines, de consumo tan habitual en los entornos rurales y a menudo también urbanos. Estas sopas no eran el plato de entrada de la comida diaria, sino que servían para berenar al principio de la mañana o ya mediada esta, en el momento en que las gavillas ya habían sido extendidas sobre la era.

Es una receta sencilla, como acostumbran a serlo casi todas las que determinan la manera de preparar este plato tan nuestro, siendo los ingredientes de las dos variantes que conocemos exclusivamente vegetales. Una fórmula comienza por un abundante sofrito de cebolla y unos ajos chafados, en aceite, o en la mezcla habitual en tantos casos de aceite y manteca. Se añade tomate y perejil oportunamente picados y una vez bien sofrito todo, se agrega agua a discreción de la madona cocinera y se deja hervir. Mientras hierve se van añadiendo trozos pequeños de patata y pimiento verde troceado. Una vez que la patata está cocida se añaden las sopas directamente al caldo y se deja hervir el conjunto por breve rato, hasta que queda más bien espeso y con un mínimo de caldo.

Esta fórmula procede de Campanet y es muy similar a la que se hacía con similar finalidad en poblaciones de su entorno, como Santa Margalida, Petra y Búger. Esta segunda variante incluye como grasas básicas para el sofrito aceite y manteca. En dicha mezcla se sofreirán cebolla, ajos y tomate, así como pimientos verdes y rojos y un poco de perejil. Tras añadir el agua se incorpora una col tierna y bien trinchada, láminas de patata y un par de hojas de laurel. Una vez terminada la cocción, se sigue el proceder habitual de retirar la verdura del caldo y disponer las sopas en éste, cubriéndolo todo con la verdura. Ambas recetas proporcionan un plato más bien ligero, pero sin duda sabroso y apetecible a pesar del calor.