Brillat-Savarin, el cura de Bregnier y una sopa y un cocido
Sopa de letras
Hace aproximadamente cuarenta años estuve de paso a visitar al cura de Bregnier, hombre de gran estatura, con un apetito que tenía fama en toda la comarca. Apenas dieron las doce ya lo encontré en la mesa. Habían servido la sopa y el cocido, y después de estos dos platos de rúbrica, trajeron una pierna de cordero a la real, un capón bastante hermoso y ensalada abundante. Así que me vio entrar pidió un cubierto para mí, que no acepté, he hice muy bien, porque solo y sin ayuda de nadie se comió con la mayor serenidad todo cuanto tenía delante; la pierna de cordero hasta el hueso, el capón hasta la osamenta y la ensalada hasta el fondo de la fuente. Entraron enseguida un queso blanco bastante grande, donde abrió una brecha angular de noventa grados y todo lo humedeció con una botella de vino, más un botijo de agua…».
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