Albaricoques viajeros

Menjar i beure

Ramas llenas de albaricoques

TW
0

El albaricoque de Porreres forma parte del Catàleg d’Aliments Tradicionals de les Illes Balears. Es un reconocimiento que incluye a los producidos en ese municipio y tierras de su entorno con unas condiciones edafoclimàticas similares. Sus cultivos en dicha comarca son considerados posiblemente remontables a más de cien años, siendo actualmente la principal zona isleña donde se producen tanto antiguas especies locales, como nuevas variedades comerciales.

Su presencia en nuestra isla constituye una de las metas alcanzadas en el largo viaje realizado por esta fruta, desde el lugar donde unas circunstancias y un entorno concretos dieron lugar a su gestación. El nombre que recibe en Mallorca procede del árabe romanizado como «al-barqaq», identificándosele así en zonas de la Península Ibérica, Venezuela, Perú y Colombia. En cambio, recibe el de «damasco» en Andalucía, Canarias, países del Cono Sur, Cuba y Argentina; «alberchiguero» en algunas partes de Andalucía, Castilla-León y Castilla-La Mancha y «albergero» en Aragón.

Debe su nombre botánico de Prunus armeniaca a que desde la Antigüedad se le atribuye proceder de Armenia, de donde es la fruta nacional y en cuyos países inmediatos es conocido como «manzana armenia». En esa zona crece principalmente en la llanura de Ararat, donde su cultivo cuenta con una importante tradición desde tiempos remotos. En realidad, su verdadero origen se sitúa en en tres centros diferentes de Asia: concretamente en zonas de Turquía, Irán, Armenia, Azerbaiyán, Siria, alrededores del Mar Negro y el noroeste de China, cerca de la frontera rusa, donde se localizó la variedad silvestre originaria. Los chinos lo asocian con la enseñanza y la medicina.

El vínculo con la enseñanza deriva de cierta narración del filósofo chino del siglo IV aC. Chuang Tzu, que situaba las enseñanzas de Confucio en un lugar rodeado por un bosque de albaricoqueros. La asociación con la medicina parece proceder del uso habitual de semillas de albaricoque como componente ordinario de la medicina tradicional china. Dicha relación se refleja en la legendaria historia de Dong Feng, médico del período de los Tres Reinos (ca. 220-280) el cual solicitaba a sus pacientes que al sanarlos de sus enfermedades le pagaran plantando albaricoqueros en su huerto. Esto dio lugar a que el terreno se convirtiera en una gran arboleda de albaricoqueros y una fuente de suministro constante de remedios medicinales. El término «experto del albaricoquero» se usa todavía en China como referencia poética a los médicos.

Desde esas tierras llegaría a nuestra isla gracias a los agrónomos árabes andalusíes, para buena parte de los cuales era ya sobradamente conocido. Su habitual forma de conservación isleña mediante el secado al sol, habría sido puesta en práctica en ese entorno. Una de las primeras menciones de su presencia en tierras mallorquinas ya cristianas, la realiza fra Anselm Turmeda poco antes de finalizar el siglo XIV. A partir de esos momentos, pudieron integrarse en nuestras mesas, siendo sus primeras recetas isleñas codificadas confituras elaboradas en entornos religiosos agustinos y dominicos hacia fines del setecientos.