‘Aigos gelades’

Menjar i beure

Un helado de Can Joan de s’Aigo

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La llegada del verano implica un aumento de nuestras preferencias por consumir alimentos a temperaturas bajas o directamente frías. Si gazpachos, salmorejos y ensaladas, son los más habituales en el grupo de los salados, los helados son el representante más conocido y común entre los dulces. En Mallorca, la festividad del Corpus y la obligada asistencia a su solemne desfile procesional, marcaba la apertura del comienzo de la temporada para consumir éstos últimos. Una de nuestras populares gloses nos recuerda dicha costumbre, tras el paso de la comitiva religiosa mencionada: Tonina meva estimada, / mira be sa processó, / perquè en haver passada, / dins plaça, d’aigo gelada, / mos n’hem de beure un tassó.

El verso rememora también la tradición de adquirirlos a alguno de los vendedores ambulantes de tales productos que pregonaban su mercancía por las calles de Palma desde tempranas horas de la mañana. Sus recorridos matutinos posibilitaban que el desayuno de muchos palmesanos durante la temporada veraniega consistiera en un refrescante helado y alguna pasta, según el médico militar Fernando Weyler y Laviña (1808-1879). Idéntico hábito perduraba pocos años más tarde entre las clases más populares, recuerda el Arxiduc Lluís Salvador (1847-1915) en el monumental Die Balearen, publicado entre 1869 i 1891. Sus páginas refieren que: Como bebida refrescante se consumen en Palma, sobre todo en verano, sorbetes y otros líquidos enfriados con hielo. Entre las clases más pobres son muy apreciadas las bebidas de cebada, almendras o cacahuetes y azúcar común, ofrecidas por los vendedores ambulantes a un precio que oscila entre dos y cinco céntimos de real por vaso.

Independientemente de éste consumo callejero, a fines del siglo mencionado, nuestra heladería local contaba con un amplio abanico de establecimientos donde acudir a disfrutarlos. Visitar alguno de ellos era una afición compartida por numerosos palmesanos hacia última hora del día, especialmente en verano. Entre los más concurridos se contaba Can Tortoni, cuyo nombre evocaba el célebre café parisino regentado por el italiano de ese nombre que popularizó la cassata y las tartas napolitanas heladas en la ciudad del Sena. Otras casas similares por aquellos días en la Palma de Canavall, eran Can Alorda, al principio de la calle de San Nicolás, Ca sa viuda d’en Morey y Can Bartola, en el paseo del Born. En la parte de Canamunt se localizaban Ca n’Alorda i Villalonga, en la cuesta de San Domingo, Can Grimalt, en la plaza del Banc de s’Oli, Ca en Jaume Oliver, junto a Sta. Eulalia y los dos regentados por Mateu Jaume.

La procesión del Corpus.

Este último fue un próspero heladero que regentó el aún existente y conocido establecimiento de Can Joan de s’Aigo. Entre 1844-1845 redactó un manual de técnica profesional para la preparación de helados y pastas complementarias, titulado Llibre de gelats i quemuiars. Sus añejas recetas de helados y repostería siguen siendo uno de los más espléndidos, fiables y firmes testimonios de lo que era nuestra gastronomía dulce de antaño.